ENTIERRENME CON ESTE JUEGO: LEMMINGS
Cada maestrillo tiene su librillo, y cada jugador tiene su saga endiosada. Si pensáis que la mía es la del Metal Gear estáis muy equivocados. Por mucho que me gusten las aventuras de Snake mi fetiche son las desventuras de los Lemmings. Fue uno de esos juegos revolucionarios, esos de los que se puede decir que no hay absolutamente nada previo que se les parezca. Juegos que cumplan esa premisa hay unos cuantos e incluso en la actualidad siguen surgiendo a pesar de la dificultad de esquivar el siempre creciente pasado.
Tetris fue otro de esos juegos revolucionarios, pero aunque el objetivo en ambos juegos no varía a lo largo de la partida, el del Tetris es mucho más monótono, no permite una planificación compleja y su dificultad estriba sobre todo en la necesidad de una mente veloz y reflejos sobrehumanos. No se necesita una gran profundidad de pensamiento para ser un hacha al Tetris, ni pensar a largo plazo: no dejes huecos y ten siempre un sitio listo para las malditas piezas en forma de Z y la cuadradas. Si no lo tienes cierra donde menos daño haga y recomponte.
Puzznic, Atomix y el resto de puzzles parecidos si requerían una planificación a largo plazo, pero adolecían de una extrema rigidez: la solución suele ser única y los movimientos posibles muy limitados.
En esto llego Lemmings y dinamitó el género con unos puzzles abiertos y dinámicos, en los que el jugador debía gestionar bien sus recursos, tanto las escasas herramientas como la no tan escasa mano de obra, los propios Lemmings. Personajillos nacidos de un concurso interno del estudio desarrollador DMA Desing, ancestros del actual Rockstar, para ver cual era la cantidad mínima de pixels con los que se podía representar una figura humanoide bien animada. Y el resultado les gustó, tanto por la calidad como por la cantidad de dichos personajillos que podían mostrar en pantalla.
Así nació Lemmings, el juego en el que en lugar de aniquilar cosas, que es a lo que estábamos acostumbrados, tratábamos de salvar a los protagonistas de sus impulsos suicidas: caminan hasta la derecha hasta que una pared les obligue a darse la vuelta. Ni trampas ni precipicios les detendrán. Solo nuestra inteligencia y unas preciosas y escasas herramientas permitirán construir un camino seguro hasta el siguiente nivel.
Y que niveles, 120 nada menos, que cabían en un diskette de baja densidad, con gráficos VGA a 256 colores. Por si fuera poco este juego hacia autenticas virguerías con el beeper del ordenador, pero fue escucharlo en la Adlib de un colega y sentir la necesidad compulsiva de comprarme una tarjeta de sonido. Y aunque tardé bastante en conseguirla, una Sound Blaster clónica, la espera mereció la pena porque si con el beeper hacia maravillas con la Sound Blaster hacía milagros. Y además no me lo había pasado, ni mucho menos.
Haganme caso: den al play y no se despeguen del altavoz hasta escuchar las 17 canciones. No creo que ningún juego de menos de 720KB tenga una Banda Sonora con la calidad de esta. Aunque reconozco que juega con ventaja pues incorpora adaptaciones de algunas de las mejores obras de música clásica de todos los tiempos.
Porque hay que reconocer que el juego es bastante jodido. Aun me recuerdo haciendo esquemas en papel de las fases cuando me quedaba atascado, para seguir reflexionando sobre las mismas lejos de la pantalla o con los amigos. Y una vez dado con el plan perfecto para superarla, entraba en juego la precisión en la ejecución. Y es que en los niveles avanzados necesitábamos apurar las herramientas disponibles al límite, dejando avanzar un poco al constructor de escaleras para escamotear unos pixeles horizontales, ajustar bien los cavadores para que avanzaran lo máximo sin detenerse, acertar con ese minero para que parara en el punto justo que permitiera al resto subir de vuelta, y por supuesto situar bien los escasísimos bloqueadores que detuvieran la marea humana cual antidisturbio.
Bloqueadores que serían sacrificados al final de la fase, verdaderos héroes creyentes en que el bien común es superior al del individuo. Aunque el resto de su sociedad no estaba a salvo de nuestros ragequits en los que pulsábamos el botón de pánico nuclear tras lo cual se iniciaba una fatídica cuenta atrás como si todos sus nombres se hubieran escrito en una Death Note. Ya nadie podía detener su funesto final: una magnifica explosión que en mucho se parecía a los fuegos artificiales que mis padres me llevaban a ver a la playa durante la semana grande de Santander.
El infame nivel 11, donde la mayoría se atascaba luchando contra ese muro direccional. Una muestra de que a veces dar herramientas de sobra y por tanto más posibilidades al jugador, consigue ocultar lo que por otra parte es una solución simple.
Y es que lo mio con este juego es muy personal. Permitan que les cuente la batallita de como llegó a mis manos. Desde muy pequeño mis padres, conscientes del país de mierda en el que vivían, me apuntaron a clases de inglés. Tuve la fortuna de caer en manos de un profesor motero llamado Jose Luis, pero al que todos llamábamos “El Teacher”. Sus clases además de instructivas eran SUPER amenas, jamás he tenido ataques de risa como los que sufrí en su presencia, y mucho me temo que jamás los volveré a tener. Pues bien, El Teacher, era un fanático de la informática desde mucho antes de ese feliz 1992 en el que conseguí mi primer ordenador, y hacíamos cosas como jugar a “El Jabato” la aventura conversacional, pero de forma oral y en inglés, haciendo el de ordenador o Master. Llegó 1992 y con él mi ordenador, con una alarmante falta de juegos. Para mayor desgracia sucedió que tenían que operarme de anginas. La noche previa a que me ingresaran para operarme El Teacher se presentó por sorpresa en mi casa, que estaba bastante alejada de la academia, y trajo con él dos juegos: Sim City y Lemmings, piratas por supuesto. El primero lo dejé para mas adelante y tiene honor de ser el único juego que ha interesado a mi padre, pero al 2º le estuve dando toda la noche, y después de la operación, que fue bien, yo solo podía pensar en volver a casa a seguir salvando a esos estúpidos animalitos. El Teacher fue mi profesor durante bastantes años más pero le perdí la pista al empezar el instituto, creo que fue traductor en la Menendez Pelayo, y si mis informaciones son correctas, falleció en un accidente de moto. Aun conservo esos dos diskettes (aunque los tengo en santander, si no les sacaría una foto), con sus titulos escritos a portaminas con su extraña caligrafía sin apenas unir las letras.
Volviendo al juego, como digo, es bastante difícil, aunque no imposible, yo completé sus 120 niveles muy posteriormente, tras perder incontables veces los passwords que nos permitían saltar directamente a cualquiera de sus fases, seguramente aún los conserve en una carpeta llamada backup situada dentro de otra carpeta llamada backup y asi sucesivamente. Y no hace tanto que terminé los 30 niveles adicionales que incluyó su versión de PSP, versión por otra parte absolutamente respetuosa con el original. De sus secuelas me gustaría hablar en la próxima entrega de este articulo pero no me gustaría cerrar este son mencionar algo que me mosqueó desde el menú inicial del juego.
¿Veis ese botón? “1 Player”. Con ese botón se iniciaba la partida desde la primera pantalla. Pero nadie etiqueta un botón como “1 Player” si no hay forma de convertirlo en “2 Player” algo que yo intenté de todas las formas posibles sin conseguirlo. Y ahí se quedó el asunto hasta que compré de segunda mano una Super Nintendo con 4 juegos: Super Mario World, Super Mario All Stars, Star Fox y … Lemmings. Lo escogí frente a todos los demás que el vendedor me ofreció porque había oído rumores de que con esa versión se podía jugar a dobles ¡a la vez!
¡Y era cierto! Es un modo poco conocido (que podeis probar en cualquier emulador, y creo que tambien en la versión original en Amiga) en el que dos jugadores se enfrentan a pantalla partida en una fase simétrica compartida por ambos, uno controlando en exclusiva los clásicos Lemmings azules que empiezan caminando hacia la derecha, y el otro a los novedosos Lemmings verdes que son mas de izquierdas. La competición consiste en llevar cuantos mas Lemmings de cualquier color a tu meta, por tanto la gracia consiste no solo en construir un camino seguro para tus Lemmings, sino en intentar que unos pocos se den la vuelta para sabotear el trabajo del contrario y ya de paso intentar colar alguno de sus trabajadores en tu meta, objetivo algo arriesgado ya que supone tener trabajadores enemigos en territorio propio, con las funestas consecuencias que eso puede acarrear. Os podéis imaginar los piques que esto generaba, mucho mayores que los que provocaron posteriormente los Worms. Además los Lemmings que sacabas de ventaja al contrario se acumulaban para la siguiente fase. El resultado es que yo siempre ganaba por paliza pues me conocía todos los “gimmicks” del juego para mandar saboteadores sin estropear demasiado mi propio camino.
Pantallazo de uno de los posibles enfrentamientos, como se puede apreciar el espacio se comparte, no son dos pantallas por separado.
En fin, no se me ocurre que más contar de este clásico imperecedero que debería estar disponible en todas las plataformas pasadas presentes y futuras. Dejo para un articulo posterior sus secuelas que si bien no fueron tan sorprendentes como el primero todas incorporaron mas novedades que las que nos tienen acostumbrados las sagas de hoy día.
Dedicado a El Teacher.