ELECTRÓNICA A HURTADILLAS
Impecable, de talento incuestionable y con raíces ochobiteras. Jesper Kyd ha estado presente en la escena videojueguil desde el Commodore 64 y su nombre ha sonado en franquicias tan exitosas como Assassin’s Creed (II), Hitman, Darksiders (II) y Borderlands. Conocido por sus composiciones orquestales oscuras y el continuo uso de la Orquesta Sinfónica de Budapest y el Hungarian Radio Choir, Kyd se ha tallado un nicho sónico que encapsula los aspectos misteriosos del espionaje y de la sangre fría futurista. En el caso de los compositores especializados en cine, trabajar sobre el mismo género propicia la creación de una identidad propia en el músico. John Williams, Steve Jablonsky, Harry Gregson-Williams o los esclavos de Hans Zimmer tienen sus matices característicos y los cargan a sus espaldas en la mayoría de películas, repitiendo una serie de fórmulas que serán sus estandartes. Jesper Kyd funciona justo al revés: a pesar de haber trabajado géneros similares, sus proyectos siguen diferentes líneas maestras que brillan como obras individuales en su propio universo y nunca convierten su estilo personal en una serie de aportaciones análogas en forma de borrón.
Al inicio de su carrera profesional, existía una dependencia de los sintetizadores y los sonidos electrónicos, al igual que ahora toman mayor protagonismo los coros y las orquestas en su trabajo. Aunque los sonidos que asociamos con la tecnología y el futurismo son los electrónicos, la progresión más lógica sería la que proponía Jesper Kyd: con mayores presupuestos y acceso a más cantidad de instrumentos, parecen necesarios esos arreglos orquestales. Hace quince años, los sonidos de la Sega Mega Drive no podía competir con el cine y la televisión, pero hoy en día, las limitaciones de aquellas consolas ya no existen. No hay límites en la calidad musical. El abanico de posibilidades es tan amplio que, sí, hemos podido volver a la electrónica de una forma renovada y más actual. Ahora que hemos derribado esos muros, los desarrolladores y los jugadores esperamos altos valores de producción de los títulos que adquirimos. La razón por la que Kyd contrató su primera orquesta hace diez años para Hitman 2: Silent Assassin, fue conseguir sonidos más cinemáticos, algo mucho más fácil de lograr con un conjunto y un coro en directo. ¿La búsqueda de la epicidad que siempre ha traído de cabeza a los compositores? Jesper Kyd se la quedó toda, el abusón.
Una de las cosas que eleva los Hitman a su máximo exponente es la atmósfera creada por el híbrido entre electrónica y música sinfónica. Las bondades de un juego no están completas sin el toque cinemático que se ha convertido en algo indispensable desde que las consolas están adaptadas a las tecnologías sonoras de los equipos domésticos. Para muchos, el trabajo de Kyd en la franquicia Hitman ha sido el detonante de este movimiento cinemático y sus aportaciones más definitorias podrían ser Hitman 2: Silent Assassin y Hitman: Blood Money.
Su visión de Mr. 47 y el ambiente del juego habían sido progresivamente refinados a lo largo de entregas previas. Sin embargo, un presupuesto más elevado (el mayor de las bandas sonoras para juegos de su tiempo y, por lo tanto, con un mayor acceso a otros recursos), le permitía resetear su estilo.
El recurso más atrayente de Jesper Kyd es que es capaz de mezclar con muy buen gusto electrónica, drum and bass, trip hop, sonidos urbanos, instrumentación étnica y sintetizadores como colchón de fondo con música clásica y elementos sinfónicos. Algunos de sus cortes no solo son temas atmosféricos geniales, sino que juegan con lo experimental y su mezcla entre lo electrónico y lo clásico es exquisita. A estas alturas, la capacidad de Kyd para hacer aflorar los sentimientos en el jugador es incuestionable, al igual que su meticulosidad, que hace que sus composiciones nunca caigan en clichés clásicos ni se conviertan en una sobrecarga de techno de discoteca. Probablemente, el tema más conocido tras su interpretación de “Ave Maria”, es “Apocalypse”, que muestra el talento de Kyd como compositor clásico. Configura una imagen perfecta para nuestro personaje, un ser carente de obligaciones morales, sin alma y peligroso en un mundo que le ofrece todas las oportunidades para ser un asesino. Cada composición está representada de la forma más apropiada para cada nivel de los juegos; desde trasfondos con ambientes oscuros cuando buscamos a nuestra próxima víctima hasta las huídas urgentes cuando somos descubiertos o intentamos escapar.
En cierto modo, la figura de Jesper Kyd me recuerda a la de los surrealistas pictóricos: de formación puramente académica, pero pasándose por el forro las convenciones. Apariencias abstractas, gran conocimiento de lo tradicional y un afán realista en su modo de representación. Un Dalí en potencia, minucioso entre el sigilo, el delirio y la acción. Al no contratar a Kyd para Hitman: Absolution, sentimos que a Hitman se le ha despojado de una parte muy importante de sí mismo. La decisión de IO de no contar con él en esta última entrega es decepcionante y arruina un componente elemental que, junto a la lluvia sobre la calva de 47, formarían un combo perfecto. Con más gente como él, los videojuegos tendrían otro sentido. ¿Otro detalle? Jesper Kyd es pelirrojo. BOOM.