EL TEMA DE LOS PRECIOS ES UNA RISIÓN, CUANDO LLUEVE SE MOJAN COMO LOS DEMÁS
El otro día queridos amigos visité por error un supermercado. A los cinco minutos de estar allí quería fenecer.
Había un montón de señoras mayores, parejas comprando en modo cooperativo, pastores, San José, La Virgen María y el niño que está en la cuna. Me dí cuenta de que allí había algo raro o extraño en los precios. Me acerqué a la estantería de los embutidos y ví asombrado que había varias bandejas con jamón de york ya preparadas en lonchas. Alguna de las bandejas era más bonita que otras, mejor decoradas, más vistosas, diversas marcas, etc.
Pregunté a una amable señora que portaba con estilo y gracia unas bolsas de plástico, hoyga espeté, ¿por qué el precio de estas bandejas de jamón de york que porto con señorío es diferente?. Tras terminar de enunciar esta pregunta ella me observó con una mirada entre curiosidad y repelús. Es una mirada que reconozco muchas veces aquí y allí. Al final respondió: «Hijo, vete a la mierda o llamo a la policía». No puedo decir que me sorprendiera esa respuesta. Todas las palabras eran comprensibles y en castellano, y la frase era directa y sincera. Le dije que me iba a la mierda, le dí las gracias y continué con las bandejas en la mano.
Al momento me sorprendió una señorita de alta estatura y amplia pechera. Iba con unos patines y un uniforme formal que la hacían más deseable. Mi pregunta fue muy parecida. ¿Tienes novio?. Ella me dijo que no, que tenía novia, que los hombres eran malos. Agradecí su sinceridad aunque le avisé de que eso no era cierto. Me miró y refunfuñó algo en idioma lésbico. No la entendí pero ví su nuez, fina y puntiaguda. La despedí con mi mejor saludo, colocando la mano en cuña juntando y separando las yemas de los dedos muy rapidamente como si hablara un pato.
Y de nuevo pobre de mí con las bandejas de jamón de york en la mano, ni triste ni perezoso, ni truhán ni señor, me acerque a la pescatera del lugar. Alguno de vosotros se preguntará… ¿cómo sabe que era la pescatera?. Muy fácil, estaba en el puesto del pescado y olía fatal. Señora, hola, buenas, tengo una duda sobre el precio de estas dos bandejas de jamón de york, a las que les he cogido cariño y aprecio, jamás me las comería, pero no obstante quisiera saber, porque soy inquieto y huidizo, ¿por qué su precio es diferente si es jamón de york igualmente ambas dos? Su mirada me atravesó como atraviesa el magestuos Cóndor Condorae los Apeninos. Ví mi vida entera pasar delante de mí durante un segundo y medio, joder, incluso mi vida futura. Ví sus palabras retumbando en mi cabeza, desde entonces veo los sonidos:
– Son de diferente calidad.
Son de diferente calidad. Son de diferente calidad. Son de diferente calidad. Quedé ciertamente asombrado, de pronto todo tenía sentido, todo concordaba, la sensación fue clara y rotunda, comprendí todas las constantes universales que sostienen la vida y me sonreían, así que respondí.
– ¿Y?
Ella sonrió con esa sonrisa afable que unicamente pueden perfilar las pescateras, y mientras comenzaba a decapitar un besugo macho de 2,5Kg aproximadamente, concretamente de la zona del Golfo de St. Andrews, facilmente reconocible por la mancha rosácea en la aleta dorsal, respondió mientras contaba hasta cinco:
– En base a su calidad, el precio varía.
Esta vez comprendí a la primera la respuesta, es más, la respuesta vino a mí antes de que las ondas sonoras llegaran a mis pabellones auditivos. Por un momento me pregunté por qué se lo había preguntado si ya lo sabía. Ella también sabía que yo lo había comprendido, por ello se dió la vuelta y desapareció atravesando un humo blanco, frío y espeso que salía del cuarto frigorífico. En muchos aspectos comerciales de la vida, cada cosa tiene un precio en base a su calidad, la cantidad no servía como referencia, era irrelevante, y aunque me volvía a fijar en Mirinda y Linda, mís bandejas de jamón de york ya tenían nombre, sabía que algo no iba bien en mi cabeza, tal y como me dijo la comadrona al nacer.
Este rasero tan lógico para todos aquellos que alguna vez han visitado un supermercado, la calidad se paga, no se aplica de ninguna manera en otros ámbitos tan agradables como las tiendas de videojuegos. Ahí tienen amigos al catálogo de una consola cualquiera, elijan wood alguna al azahar. Ahí conviven en la misma estantería gran parte del catálogo de una consola, o del PC, bueno casi es lo mismo. El juego patraña de segunda fila, de calidad ínfima, repepetitivo, nada original, lleno de problemas y bugs… y el juego AAA de la temporada, de extraordinaria factura y diseño, que sorprendió a propios y extraños, y que alabó la prensa y el público general y futuras generaciones, ambos tienen el mismo precio de venta. Digamos que 70€.
Esto hay que denunciarlo a las altas instancias, a los barrios más bajos, el gran engaño a los ociosos y los habitantes de la Tierra Media, es el gran engaño incremental de la industria videojueguil (o del cine, música, libros, etc.) y una de las causas por las que hay que reinventar todo este tinglado. Estamos siendo timados con “T” mayúscula amigos. Como es posible que dos cosas de muy diferente calidad cuesten lo mismo. Aunque en los días que vivimos peligrosamente el 70% de los juegos son de “8 para arriba” según la crítica, los juegos de peor calidad, testeados por sabios internacionalmente reconocidos como nosotros, deberían realizar un control de calidad de cada uno de los videojuegos que salen al mercado y marcar su valor real de mercado. Un juego regular nunca debería de valer más de 20€. Si soporta una cantidad ingente de modificaciones, su valor se incrementaría en 10€. Si el modo online ofrece horas y horas de entretenimiento facilmente se puede vender a 60€. Si el juego es una secuela que es lanzada todos los años, que no ofrece absolutamente nada con respecto al año pasado, su precio debería ser de 15€ o menos. Y así un sinfín de normas de calidad definidas por una serie de Grandes Sabios entre los que encontraremos a los muchachos de elpixelilustre, alfagamer, pixfans, topofarmer, anaitgames, nosotros mismos dirigiendo las fiestas en nightclubs y la selección de las empresas de catering, y otros muchos más como nosotros y ellos que no recuerdo ahora por mi memoria de Besugodel mar de Bering.
El daño colateral será irreversible y transpirable, palpable en el ambiente. Beneficioso en todos los sentidos cardinales. Para obtener mayores beneficios, la industria debería esforzarse en lanzar menos títulos al mercado pero intentando mejorar su propuesta y precio de lanzamiento.
Este control de calidad que proximamente afinará los precios de los videojuegos en base a su calidad, hará que por fin, solamente por fin, que éstos se vendan en bandejas retractiladas, envasados al vacío, y no llenos de aire y humo como ocurre ahora. Y este artículo parece mal terminado porque lo tenéis que terminar vosotros, creo.
p.d.: Opera roolz.