DEBATE DE CUESTIONES SEMÁNTICAS
Que diría nuestro rescatador. Las palabras que no se lleva el viento tienen que ser escogidas con mesura y calma, justo lo que falta en un medio online del sector (…) que presumiblemente informa de forma veraz a sus lectores. Cuando falta el tiempo languidece el tino. La última víctima del «el café está muy frío, me voy a poner otro» ha sido Tom McShea de los McShea de toda la vida. Redactor de Gamespot y enviado de la misma a la feria anteriormente conocida como E3. Resulta que Tom es un tío majo. Es el ciudadano medio. Es el motor de la economía. Trabaja con ánimo y pese a gustarle los videojuegos sobre los que escribe lucha por un mundo mejor. «Parecía una persona normal», declaró su vecina del 36 de Westerly Av. Entonces Tom llega a Los Ángeles y se hace la picha un lío. Ambulancias. Sirenas. Gente saliendo de sus habitaciones muy preocupada. Muy preocupada. El pobre Tom ha quedado impactado con la conferencia de EA. «¡Esto no es realista!» se decía. «¡Me están vendiendo la moto!» exclamaba. «War never changes!» profirió antes de sacar un cigarrillo solo para recordar que él no fuma y que por tanto no tenía cigarrillo que sacar. Tecla por aquí. Tecla por allá. Tecla que te tecla, el artículo salía adelante con la picha cada vez más liada. Publicar. Ambulancias. Sirenas. Ya estaba liada.
Tom es buena gente. «La regeneración de salud no es realista». «La guerra es sucia». Y le damos la razón mientras asentimos vehementemente, como quien mira un cachorrito de perro y asiente: Si, se ha hecho caca en el pasillo. «¿Dónde está el juego que me prometieron?» Entre Torrelodones y Tombuctú, pero seguro que no en el E3. El productor ejecutivo de Medal of Honor Warfare, que parece una persona bastante sensata y ruda (con un plus de carisma por esa barba impenetrable más resistente que el kevlar), le llama. «Eh, tú, ventepacá». Tom no sabe si le ha sentado mal la comida china que encargó a domicilio o el desayuno del buffet. No lo tiene claro. Va al encuentro.
Y pasa lo que tiene que pasar: que tiene una postura aceptable, compartible y respetable por la gran mayoría de seres humanos que habitan este nuestro intervenido mundo que no sabe defender, explicar ni mantener dando al espectador (porque lo que acaban de ver es un espectáculo) una imagen que derrocha vergüenza ajena y pena. Olvidémonos de Tom, ¡maldita sea! Él no tiene la culpa de ser un estúpido pacifista. Analicemos pues, ahora que ya han pasado un par de días (años en internet), el vídeo:
– Punto 1: Auténtico no es realista. Medal of Honor Warfare es un producto de masas. Está diseñado por y para llenarle los bolsillos de aún más dinero a Riccitello. El camino para ello es crear un juego en el que el jugador, siempre que no sea rematadamente idiota, puede llegar al final de la historia y quedarse con ganas de más para venderle otro juego dentro de dos años. Lo realista, como el mismo Tom dice, a veces es divertido, emocionante, entretenido. A veces. Muchas otras veces, es frustrante, aburrido, imposible, justo lo contrario de lo que se espera de este ¿producto artístico?. La saga Medal of Honor jamás ha sido realista y no veo porque eso debería cambiar ahora.
– Punto 2: Los juegos no tienen que ser divertidos. «…porque la guerra no es divertida.» Si pero no. Buen intento. Los juegos no tienen que ser divertidos, pero si tienen que ser entretenidos. Y la guerra no es divertida. Imagino. No he estado en ninguna y espero no estar nunca. Que la guerra no sea divertida no significa que un juego con ella de protagonista no pueda ser divertido. O entretenido.
– Punto 3: Un juego de tiros divertido no banaliza las guerras; al menos, no necesariamente. En Medal of Honor (2010) el soldado manejado por el jugador, tras abrirse paso hasta una posición elevada a tiro limpio, de cobertura en cobertura y regeneración tras regeneración, marcaba un convoy para ser volado por los aires desde la distancia. La típica lucha de caballeros del siglo veintiuno. «¡Toma! ¡Chúpate esa! ¡Cómo vuela!» gritaba el homicida. Ja. Ja. Ja. ¿Acaso eso no es banalizar la guerra? ¿Acaso eso no es banalizar el sufrimiento humano? Esos avatares virtuales eran la traslación digital de acontecimientos y seres humanos reales, si atendemos a las explicaciones de Greg Goodrich. Pero, ¿acaso eso no es auténtico, incluso realista? ¿Acaso los soldados no banalizan la guerra en la que se ven inmersos? ¿Acaso los soldados no banalizan la muerte que les acecha en cada incursión? ¿Es que, acaso, en esa situación de locura colectiva hay otra forma de afrontar la realidad que no sea banalizarla hasta hacerla soportable? No lo sé. ¿Hasta que punto esa expresión de júbilo no es más que un artificio más del despliegue pirotécnico? ¿Hasta que punto es auténtica? No lo sé.
– Punto 4: «You’re the designer». Que algo no nos guste no es problema de otros. Es nuestro problema. Si acaso, será el problema de otros en tanto esos otros tienen un problema derivado de nuestro problema. O algo así.
– Punto 5: por el culo te la hinco.
Todo este rollo viene, aparte de para poner a parir al amigo Tom (que va a ser que no), a resaltar primero que aún estamos camino de entender que cojones es esto de los videojuegos (desde qué son hasta por qué son, pasando por el cómo son), segundo, que «la prensa» necesita una profunda renovación (posiblemente en forma de colapso antológico aledaño al de la industria) para evitar bochornos semánticos como el producido y, tercero, que aunque no haya sido probablemente en el mejor contexto ni con los mejores interlocutores el simple hecho de que esta discusión, conversación, charla o «loquesea» se haya producido significa que hay cada vez más una inquietud, al menos desde «prensa» e «industria», de dar respuesta a las preguntas que abrían este párrafo. Una palabra puede marcar toda la diferencia. Viva la diferencia, muerte a la indiferencia.