Y es que tenía pendiente desde hace tiempo hacer este artículo pero por una cosa u otra se quedó en el olvido. ¿Y qué os traigo? os estaréis preguntando, oh queridos lectores. Pues un pequeño reportaje sobre un museo de videojuegos localizado en Berlín. El verano pasado estuve haciendo turismo por tierras teutonas y tan pronto vi en la guía que existía un museo de videojuegos lo marqué como visita obligada.
Para entrar en calor yo creo que lo mejor que puedo hacer es poneros el siguiente video que rezuma ajaridad por los 4 costados (es que ya no podía aguantar más, tenía que enseñárselo a alguien).
Siendo yo muy pequeño, cada vez que iba al trabajo de mi padre, le pedía que me pusiera «la luna». Dicha luna no era más que un punto en la pantalla de un osciloscopio que me encargaba de mover y ampliar en la pantalla. Yo no entendía nada, pero podía pasarme horas ahí embobado mirando la pantalla, con tantos botones para tocar y ese punto que se movía de un lado como si fuera el electrocardiograma de una piedra. Ummm… ahora que lo pienso, lo raro es que no me haya quedado ciego con esas pantallas de fósforo verde.
Aquella experiencia tan simple podemos decir que fue mi primer videojuego y encontrarme esa máquina en el museo hizo que recuperara recuerdos casi olvidados y una gran sensación de nostalgia se apoderó de mí.
Bueno, todavía no guardéis los Kleenex por si acaso, ya que ahora os voy a poner unos videos de hardware y software que a muchos les traerá recuerdos. No están todos, obviamente, pero si bastantes e incluso muchos de ellos no los conocía.
No podían faltar unas cuantas figuras a tamaño real (o cerca) de algunos personajes que reconoceréis. La verdad es que daban ganas de llevárselas a casa:
Mención especial al «Touch Me» de Atari, que hoy en día solo por el título, la ESRB le pondría por lo menos Mature +17.
Una cosa que me hizo mucha ilusión es poder ver en este museo los aportes vascos al mundo de los videojuegos.
Por un lado tenemos el primer joystick vasco:
Y un emulador un poco primigenio de una partida de mus:
Tenían preparado una especie de emulador que te dejaba jugar a un montón de títulos de diversas épocas para que así pudieses ver la evolución de los videojuegos. Este es el que yo elegí:
Y para terminar, ya en la salida tienes la opción de visitar la tienda y poder comprar algo de merchandising para regalar a tus amigos frikis:
Y más o menos esa fue mi mañana en este museo de videojuegos. Si planeas ir a Berlín y eres un apasionado, te recomiendo que te pases por el museo. Y si no os fiáis de mi gusto hacedle caso a Randy Pitchford, que en la página web del museo podéis ver como citan su recomendación.