DARK SOULS: THIS TIME IS PERSONAL.
Había pensado contarles mis desventuras iniciales, muy jocosas todo hay que decirlo, tipo: Descubre dónde está el botón (A), ya sé dar volteretas, anda si me puedo cubrir con un escudo y hasta el cachondeo de elegir una mujer para ver carne y que sea una «zomba» y además luego venga enlatada. Todo ello en el espacio de un par de días, porque Dark Souls para PC es el infierno hecho teclado y ratón. El “Ay, si se puede saltar” ilustra muy bien lo que se siente con este bello emulador de consola.
Quería hablarles de las perradas que mis compañeros me habían confesado: Robos con violencia, gigantes que tiran rayos por el culo, “Arnos Londos”, traumas, obsesiones, sudor frío. Yo he intentado mantenerme muy al margen de pistas y spoilers, pero he pasado grandes momentos con las aventuras narradas en la trastienda y en nuestros chats nocturnos.
Se me habían ocurrido unas cuantas frases ingeniosas para describir esta obra como se merece, por ejemplo: “Dark Souls es como un padre borracho que llega a casa y te masacra con la hebilla del cinturón, tira al gato por la ventana y pega a tu madre. A la mañana siguiente os lleva a comer pizza, al cine y al parque de atracciones y os dice que os quiere mucho”
También comentarles como se avanza por terrenos no conocidos con el culo muy prieto, y en cuanto aparece algo que no hemos visto antes, aunque sea una flor, nuestros músculos se agarrotarán tanto como pene bajo Viagra. Un SRPG: Survival Role Playing Game, con todas las letras, incluso las que riman con ruta.
Quería dejar por escrito mi primera incursión en el cementerio (muertes), mi encuentro con los fantasmas (muertes), mis rabietas con los canallas de las lanzas y escudos (muertes), mis deslices y tropezones para terminar en el foso (muchas más muertes).
Apuntar brevemente las 22.000 almas que tuve que apoquinar para que me perdonaran haber soltado un guantazo sin querer a la vendedora de las rejas del acueducto. O las otras 20.000 y cuatro humanidades que perdí de la manera más tonta, por una escaramuza que creía tener más que vista. Por no empezar a hablar de que me han matado al guardián del fuego y del carajo, y me he quedado sin hoguera hasta que no invada a no sé quién, no sé cuando, no sé dónde. Todo en ese plan perfectamente detallado.
Tenía incluso en el tintero bastantes momentos memorables como aquella vez que me invadieron y masacré al oportunista quedándome con su escudo que aún uso. Cómo maté al famoso Caprademon al tercer intento. Cómo me salieron dos locos por un bosque y me robaron.
Resaltar también la fascinación que ejercen sobre mí los mensajes escritos, las muertes de otros jugadores y las breves apariciones de otras almas sufrientes como la nuestra.
Ponderar el preciosismo y genialidad del diseño y mapeado, los soberbios efectos de sonido, la belleza de todos y cada uno de las docenas de enemigos y cómo ninguno deja de ser traicionero por muy conocido que sea.
¡Pero no!
¡Todo eso es paja, tontería, chucherías, vanitas vanitatis!
Hoy lo he visto claro, lo he entendido todo. He alcanzado un conocimiento superior.
Mi alma se ha elevado.
¡BENDITO SEA EL SOL!
Habiendo bajado (por enésima vez) a la pacífica ciudad infestada con el firme propósito (cabezón) de acabar con la “Araña de niña a mujer on fire”, la señorita de ocho patas y dos tetas sin pezón se resistía demasiado. Demasiado. Estaba visto que yo no daba la talla.
Y de perdidos a la charca , me puse a seguir haciendo lo que más me gusta: Seguir explorando a lo loco. Encontré una hendidura en un árbol y con un par de espadazos casuales, que no casuals, un estrecho pasillo me invitaba a olvidarme un rato de la araña del diablo y me tentaba a asomarme para ver si encontraba cromos con droga, calor humano o la tierra de Jauja ¡En este juego todo es posible!
Cual Tarzán de periferia, rama tras rama, muerte tras muerte, fui bajando. La cosa no debió sentar muy bien a los lagartos juanchos que allí vivían porque me maldijeron. “Anda, si me estoy maldito, esto es nuevo, qué bien” pensé como un majadero.
Pero yo seguí bajando, lo mio era la obsesión por la decadencia, llegar al abismo. Ya el verano era otoño, ya las ramas eran setas, ya las setas una famila de champiñónes encabronados (con lo pacíficos que parecían cuando les vi a lo lejos en el bosque). Más muertes. Caidas. Descalabros. ¡Ánimo Mr.Giallo, ánimo que verás que armadura te encuentras, o algo, pero A TOPE! Y así, engañándome llegué a los pilares del mundo, una playa mágica, una playa de fumadores, toda llena de cenizas, niños ostras correteaban por sus orillas, una Hidra jugaba en el agua. Todo bien, todo en orden para lo que este juego es. Después de morir 25 veces sentí un escalofrío y una amarga sospecha: De ahí yo no lograba salir.
Aquello era demasiado. Probé 10 veces más hacia delante, a toda pastilla. No había manera. Probé muchas veces más el seguir hacia delante, no había maneras, ni formas, ni educación y la libertad era puro libertinaje. Estaba jodido.
Maldito, con el cuerpo azombado, con 5 mirindas y una sensación de derrota amarga, la decisión más lógica estaba clara: Tenía que empezar una nueva partida… Me habían ganado, lo sano era tirar la toalla ¿Dónde coño me había metido buscando cobre y cartones? ¡Ah la inocencia!
Entonces lo vi claro, lo comprendí TODO, tuve una iluminación ¡BENDITO SEA EL SOL! ¡Un relámpago cruzó mi corazón y mi mente!
Iba a cruzar toda la verticalidad de The Hollow, plagado de champiñones asesinos y lagartijas malditas, llegaría a los pantanos de la alegría química y me zambulliría de lleno en sus asquerosas aguas, sin hierbas ni falta que hace a lo macho, cruzaría la mitad de la ciudad tróspida mandoble en ristre, hoguera a hoguera, esquivando y escapando de lo que pudiera, dejándome el filo de la espada contra lo que no…
¿Y por qué iba a hacer todo esto? ¡POR COJONES!
Efectivamente: ¡Lo iba a hacer por cojones y lo repetiría las veces que hiciera falta hasta lograrlo!
En aquella situación no importaba el futuro de un personaje, de muchas horas jugadas, de tantas penas y alegrías pasadas. Era a mí a quien se estaba poniendo en tela de juicio, a mi curiosidad, a mis aventuras, a mi pasión por el mandoble. Ese personaje estaba completamente hueco, no importaba en absoluto, era algo secundario, absurdo, una excusa.
Era a mí mismo, como jugador y persona, al que el juego estaba tentando continuamente: No como una lucha de habilidad, sino como una verdadera batalla de egos. No como una serie de técnicas y trucos, sino por una forma de entender cómo me gusta jugar a mí y por qué. No era una cuestión de orgullo, era una cuestión de dignidad… y vi Dark Souls abrirse por completo delante de mi, y era una flor tan hermosa como venenosa y rebozada en espinas. Dark Souls no es un reto, es un poner el corazón sobre la mesa y decir, yo creo en esto, vayan pasando a recibir candela.
-Me da igual cómo te pongas, me da igual las perradas que me hagas, aunque no te lo perdone me da igual todo, porque eres precioso y te amo, pero lo haremos a mi manera. MY WAY.
Y los chicos de From Software asintieron desde la lejanía nipona: Por fin has entendido perro occidental; el Zen es la nada sonora, una nada llena, preñada de sentido y luz.
Todos, absolutamente todos los momentos pasados soñando paraísos e infiernos artificiales en píxels y brillis me habían llevado a este momento. Ahí estaba Ghosts ‘n Goblins choteándose de mí, el silencio luminoso y desolado de Ico, el ahorro y gestión del Colonization, los puzles del Monkey Island, la mala baba del Darkseed, la truculencia del Sword of Shodan… todos en corrillo animaban añadiendo algo de ellos, no para conseguir hacer el juego definitivo, sino para dar sentido a todo lo que te han enseñado tantas horas de diversión. Como en un duelo al sol todo se resumia en ese preciso momento, todo se resolvía en ese instante, en ese punto, en ese pulso sólo podía haber un vencedor: Yo. Lo contrario era traicionar tantos juegos que me han hecho soñar, que me han inspirado, que me han formado y acompañado.
Peleando a cara de perro, seta a seta, rama a rama, escalera a escalera, hoguera a hoguera, una y otra vez, hasta lograr subir a la superficie y gritar ¡BENDITO SEA EL SOL! ¡PRAISE THE SUN, COÑO!
Me habían dado los mejores dragones, las más laberínticas y retorcidas mazmorras y la fauna más variada, cabrona y alocada. Tenía una tramoya de lujo a mi disposición y por primera vez oía el mensaje: Chaval, esto es lo que hay, tú verás lo que haces.
Y vaya que si lo haré, el juego no ha hecho más que empezar.