ANALIS DIS: DARK SOULS
Querida Alma:
Te escribo estas líneas porque el cobarde que tan bien has sabido sacar a la luz en decenas de ocasiones no tiene el valor suficiente para decirte a la cara que se va. Que esto se acaba aquí. Que no puedo más. Que hasta aquí hemos llegado.
Recuerdo cómo cuando empezamos nuestra relación me reía con tus bromas y tus pequeñas sorpresas; «Tiene un humor de lo más raro esta chica, pero me gusta» pensaba. Poco podía yo imaginarme lo cansinas que iban a acabar resultando tus bromitas de los cojones. Lo que al principio sólo era una chiquillada sin importancia como ponerme la zancadilla mientras corríamos por el parque; se fue tornando más y más insoportable hasta aquél día en que me tapaste los ojos con un pañuelo y me dejaste en medio de la trayectoria de un jodido autobús.
¡Maldita loca de los cojones! ¿En qué coño estabas pensando? ¡Salvé la vida por los pelos para descubrir que desde la acera te reías como una puñetera adolescente borracha colgando las fotos del suceso en tu mierda de tuenti!
No te voy a negar que hubo buenos momentos entre nosotros, porque los hubo y además maravillosos, pero siempre los terminabas arruinando con una cagada de las tuyas. Y yo me enfadaba, Dios, cuánto me enfadaba. Aún lo hago pensando en todo lo que me has hecho pasar. ¡¡Pero cómo se puede ser tan zorra!!
Pese a mis enfados tú siempre estabas dispuesta a darme una nueva oportunidad. Como si nada hubiera pasado, como si empezáramos de cero. La única diferencia radicaba en mi y en mi paciencia. Tú siempre eras la misma de siempre y era yo el que cambiaba… a peor.
Resultabas enormemente absorbente porque por motivos que ni yo mismo alcanzo a comprender te convertiste en un desafío. Una obsesión. Una prueba. Algo que demostrarme a mi mismo. No se trataba de ti, Alma, siempre se trató de mi y de cómo aprender a conllevar lo bueno con lo malo… intentar ver si era capaz de acostumbrarme a ti y de quedarme sólo con lo positivo. A fin de cuentas eso es el amor ¿no? Abrazar al otro incluso con sus defectos.
Y en ese viaje por tu interior pasó el tiempo y fue así como aparté a todo el mundo de mi. A otras mujeres, a mis amigos, a mi familia… a todos. Hasta darme cuenta de que sólo existías tú… que había enfermado y que necesitaba llegar a comprenderte por completo porque sólo así podría obtener la perspectiva que me permitiría apartarme de ti.
A veces invitabas a tus amigos a casa ¿Te acuerdas? ¡Invitemos gente! decías. La mayoría de las veces acababan pateándome el culo y robándome todo lo que tenía. O me dejaban notas en la nevera con el único afán de hacer mi vida más jodida: «Compra acciones, que están que lo parten. Lánzate» ; me dijo tu amigo el inversor de Bolsa al que al final resultó que no conocías de nada y que me costó gran parte de los ahorros de mi vida.
A pesar de darme mil y una oportunidades en ocasiones una mera conversación equivocada, tocar un resorte inadecuado dentro de tu psique tenía consecuencias absolutamente devastadoras, injustificadas y desmedidas. No superar una de tus pequeñas pruebas hacía de manera repentina mi vida un infierno aún mayor sin posibilidad de marcha atrás. Y aún no sé por que. ¿Por qué perdonar lo imperdonable y castigar de esa manera una chiquillada sin importancia? Sólo tú lo sabes y sinceramente ya me he cansado de intentar adivinar por qué.
Tampoco es que seas la mujer más elocuente que he conocido. En demasiadas ocasiones ignoraba de qué narices hablabas y extrañamente te negabas repetir según qué cosas que a menudo resultaban enormemente crípticas en una primera escucha y que además a la larga resultaban ser fundamentales. ¡Cuántas veces he viajado a ciegas por ese mar de eternas dudas que era nuestra relación, deambulando de un lado a otro sin saber muy bien hacia dónde íbamos o qué cojones se supone que debía de hacer yo a continuación».
Tentado estuve como muchos otros me consta que hicieron antes que yo de consultar libros de autoayuda para ver si eso aportaba algo de luz a nuestra relación, pero siempre pensé que ni tú ni yo mismo nos merecíamos algo así. Que lo nuestro era de verdad y había que asumirlo con todas las consecuencias. Que si me entregaba debía de hacerlo por completo.
«No sólo has de mejorar como persona, también es muy importante que inviertas en los objetos que nos acompañan para que el viaje a mi lado resulte más fácil» escribiste aquella mañana en el espejo del baño con lo que siempre quise creer que era zumo de tomate. No sé si supe interpretarlo pero para mi sorpresa todo lo que me regalabas parecía llegar con años de retraso, como parte de tus retorcidas maneras… con esos ojos profundos y oscuros de puta tarada mental mirando al regalo y diciendo: «Que bien te hubiera venido esto el año pasado ¿eh?»
«Atrévete» me decías en ocasiones ofreciéndome indistintamente y de manera aleatoria, un pemio o un castigo a mi valentía; joder, sin unas reglas claras ¿Quién puede considerarte siquiera un puzzle? ¿Cómo guiarme sin unas normas establecidas sobre qué es lo correcto y qué no? ¿Cómo pretendías que interpretara tus señales?
Hasta que lo comprendí.
Entendí que pensabas que yo acabaría amando las sorpresas tanto como tú. Que el dolor del golpe en las pelotas daría paso al orgasmo por mera convulsión genital. Que a mi me iba a gustar la mezcla de lefa y sangre tanto como a ti.
Y sin duda lo peor de todo este proceso fue descubrir que así era.
Me asusté como un niño pequeño y empecé a ver cosas de mi mismo que ni siquiera sospechaba. Empecé a asumir la frustración con cierto placer. Asumí mi rol de sumiso ante tú, mi dominatriz.
Hasta hoy, querida Alma, día en que levanto la cabeza con orgullo por primera vez en mucho tiempo.
Y te quiero, lo juro. No miento. Ni lo digo con la boca pequeña. Te quiero y me asusta cuánto. Es por eso por lo que tengo, no…, NECESITO alejarme de ti. Porque puede que quiera estar contigo pero no a costa de todo y de todos. No a ese precio. No a cambio de mi salud mental ni de una eterna pleitesía.
Ahora que ya he visto todo lo que puedes ofrecer me propones empezar de nuevo. ¡¡Pero si ya me conoces!! ¡¡Ya sabes lo que hay! Pero precisamente porque sé lo que hay y lo que tienes que ofrecer y a pesar de no comprender todavía mucho de lo que sucede dentro de tu jodida cabeza, a pesar de que funcionemos en la cama, a pesar de tus longevas mamadas llenas de baba, a pesar de que a veces había bendita luz entrando por la ventana un domingo por la mañana, no soporto tu oscuridad interior.
Así pues, déjame aclararte con tanto orgullo como pena que no disfrutarás de un puto segundo más de mi preciado tiempo porque sé que a pesar de todo, con el tiempo, nuestra relación terminará de la única manera en la que puede terminar. Y es mejor dejarlo ahora, antes de que me hagas aún más daño y mi adicción se torne irreversible.
Siento haber errado al final de mis pasos. Lamento que en lugar de arrojar algo de luz dentro de ti, me recuerdes efímeramente como el nuevo sustituto de aquél que trajo oscuridad por primera vez a tu interior. De verdad que lo siento, sobre todo porque pronto otro ocupará mi lugar mientras que tú dentro de mi permanecerás irremplazable hasta el fin de los tiempos.
Siempre tuyo;
Pink.