ANALIS-DIS COSTUME QUEST (XBOX 360)
Hay veces que nos dejamos llevar por nuestro hipsterismo, pedantería, hitlerismo y prepotencia en general. Defender una causa perdida es algo que nos atrapa irremediablemente, y nos provoca admiración al verlo. Yo creo que es porque combina dos de las cosas que más admiramos los seres humanos: Estupidez y valentía. Pero de defender una causa perdida, de defender desarrollos que fueron valientes (pollazos en la mesa, que diría Mr Pink) podemos pasar fácil a despreciar cualquier desarrollo que no sea un simple pollazo en la mesa. A insultar a los juegos por no ser aquello que nunca pretendieron ser. Y los pollazos en la mesa están bien de vez en cuando, pero, reconozcámoslo: Habríamos jugado como un 95% menos de horas a los videojuegos si solo existiesen pollazos en la mesa.
Costume Quest me atrapo casi desde el principio. Lo jugué del tirón, me tuvo atrapado cual señora rubia del Outrun. Y sin embargo, nunca lo ví lo bastante importante como para hablar de él en serio. Hasta que vi jugando con él al hijo de JJ en una plataforma next gen, el PC del padre.
Cuando ves un niño de 7 años jugando a un juego de rol de verdad, leyéndose su historia, buscando desesperadamente las piezas de los trajes y enfrentándose a bocaditos para amarrar px y caramelos, cuando lo ves jugando a ese concepto y cuando, como siempre conviene hacer a veces, ves el mundo desde los ojos no contaminados de un niño, te das cuenta que no es justo juzgar a Costume Quest por su sencillez. Costume Quest es una gran obra infantil y está destinada a un público que bastante tiene con gestionar dos estadísticas y dos comandos como para meterles barras CTB y doce piezas de equipo gestionadas por durísimas reglas a prueba de Munchkins…
Y sin embargo, la percepción general en la Web de Costume Quest es la de “un juego magnífico demasiado corto y sencillo”. No diré nada de que sea corto. Se planteó como un juego digital barato y aunque 12 horas son poco para un RPG, la mitad de los chuters del mercado se matarían porque su modo campaña durase eso. Pero de sencillo… Solo diré que eso solo me demuestra una cosa: Costume Quest ha empalmado a muchísimos adultos, y a muchísimos jugadores de rol veteranos, que no se compraron el juego por su duración, sus combates, sus piezas de equipo o su loteo. Y si lo piensas bien, eso es porque es grande en lo que le queda.
Estoy seguro de no ser el único que sueña con un Costume Quest 2 Retail, ahora que Xbox One no es compatible con ningún juego del Arcade. Que mantengan los gráficos, pero que le metan sus 50 horas y una buena provisión de quests, secretos y por supuesto, muchos trajes. Aunque sé que en el mundo real eso es una apuesta arriesgada. Pero si que refleja el hecho de lo encantador que es el mundo del juego. La historia, en su sencillez, te atrapa, como a veces lo hace – reconocedlo, bastardos- los dibujos que le pones a tú hijo. El desarrollo del juego –ese gran infranalizado en los análisis- te mantiene siempre en boga buscando avanzar o descubrir secretos, del principio al final, y la ambientación, tanto la gráfica, como la circunstancial (juegos del escondite, el truco o trato que es la base del juego, el contexto jugable en sí…) cumplen con un A++ en el acabado final del proyecto.
El resultado es que, con las pocas horas, con los pocos videos, con el poco TODO que tiene, y partiendo de la base (que algunos consideran inferior, cuando es netamente más complejo convencer por igual a un niño de 7 años que a un adulto de 30) de que es un producto infantil, mono y desenfadado, Costume Quest ofrece un mundo, un entorno de juego que puede dejar en el suelo y llorando a muchos de los entornos de color gris o gris-azulado lleno de monstruos plagados de polígonos (y carentes de personalidad) que intentan meterme por los ojos, grandes proyectos –que luego se preguntarán el porqué de su fracaso- Pero es que si analizo más Costume Quest, si me doy cuenta de cómo se puede hacer un juego con tantas posibilidades en batalla con dos estadísticas y UNA tienda y UNA pieza de equipo y once disfraces y un puñado de enemigos… Costume Quest es un juego pequeño (en todos los aspectos) con una calidad enorme (en todos los aspectos) y todo prejucio que haya tenido por su sencillez y su infantilidad ha sido un breve ataque de hipterismo que tengo que hacerme mirar…
Y es que, si mi opinión de este juego después de jugar como un bellaco y de irme por el a las tantas de la mañana (a soñar con él incluyendo referencias sexuales, añado) no fuese la que de que es un juego fantástico, ¿Sería una persona coherente? Por supuesto, para intentar quedar de “maduro y adulto” no hace falta ser coherente. Solo hace falta ceñirse al cliché. Pero yo, y eso si deberían saberlo, nunca he pretendido jugar a ese juego.
Costume Quest es una pequeña maravilla de Double Fine y mientras lo juegas es casi imposible salir de ese Halloween congelado en el tiempo que una mente brillante decidió crear algún día mientras trabajaba en Pixar, que no deja de ser otra fábrica de sueños. Y a decir verdad, eso es lo que distingue a los juegos que realmente se nos graban en el corazón. Más allá de la “impresionancia” de los títulos de grandes presupuestos y efectos especiales y del “pero…¿somos un más o un menos allá?” de las “polladas en la mesa” de las que hablaba Mr.Pink, entre los juegos que llevas en la cabeza o los que llevas en las pelotas, están los que llevas en el corazón, que para mi mujer, son los más importantes. Costume Quest es uno de ellos, y solo me da pena qué no tenga la oportunidad de demostrarlo como un juego “de los de 70 pavos”.