ANALIS DIS: BAYONETTA
Bayonetta es una bruja del averno más infernal, que va cubierta por un traje hecho por su propio pelo y que se cura comiendo chupa chups. Si esta frase no os tira para atrás es posible que le deis la oportunidad que se merece a este juego; sin embargo si esa entrada ya os mosquea demasiado mejor dejadlo, porque la cosa no va a ir a mejor si no a peor, mucho peor.
Hablar de vergüenza ajena, diseño kitsch, rubor, horterez, y feismo al hablar de Bayonetta es quedarse tan corto que sería un eufemismo sólo comparable a decir que este país atraviesa un momento de desaceleración económica puntual que se pasará en 4 días.
Porque Bayonetta coge su argumento de sueño chungo y febril de niño de 7 años, con personajes patéticos que son pura caricatura en sí mismos, les da un baño en el barro de la vergüenza ajena, los remoza de un descaro que sólo el más inútil de los ignorantes podría demostrar, le añade una tonelada de toques supuestamente Kitsch, te obliga a ruborizarte hasta sentir indignación, le aplica un filtro gráfico hortera, caótico y confuso y encima el muy mamón se te descojona en la cara con media sonrisa burlona.
Quizá la primera hora de juego de Bayonetta es la peor que un servidor se ha echado a la cara en los últimos diez años, soy consciente de que se supone que es un mero tutorial; pero como presentación tanto de la jugabilidad del título como de sus personajes , es puritito desastre binario que más que invitar a jugar hace que te den ganas de meter el juego en una caja de plomo y tirarlo al mar lo más cerca posible del triángulo de las bermudas.
Parece mentira que en un conjunto que más adelante se revela como enormemente cuidado (a su manera) Hideki Kamiya cometa el error de hacer una especie de copipega para el tutorial, cuando hay obras que lo introducen de manera mucho más delicada, velada y ordenada.
Y hablando de orden, al argumento del juego se le puede pasar que sea un despiporre lisérgico ininteligible pero lo que no es en absoluto perdonable es que esté contado como el culo.
No se puede negar que Kamiya ha parido una obra absoluta y completamente personal en todos los aspectos y que tanto en SEGA como en Platinum Games, ha gozado de una libertad artística y creativa total; lo cual hoy en día es motivo de regocijo absoluto para el que suscribe a pesar de que mi amor por lo friki Japonés sea más bien tirando a nulo.
Así, no deja de resultar curioso que en un momento en el que la industria de creación de videojuegos Japonesa está mirando más que nunca hacia occidente con una sensación de pérdida de liderazgo, envidia, curiosidad y celos malsanos a partes iguales, Kamiya le entregue al mundo una obra que representa en si misma a muchos niveles todo lo que un servidor aborrece de la cultura japonesa. Ahí están presentes esos diálogos y situaciones de vergüenza ajena marca de la casa, estética horrenda y ese humor casposo de caca-pedo-culo pis que delatan una edad mental inferior a los 4 años de edad como demostración empírica.
Tampoco es menos cierto que esa valentía por realizar la obra que le ha salido de los «cajones» al señor Kamiya, se ve empañada por la falta de consideración que el juego tiene para consigo mismo en más de uno y dos momentos, en los que parece que no se ha atrevido a tomarse en serio a si mismo todo lo que debiera buscando una complicidad chapucera con el jugador en absoluto necesaria cuando lo que tienes entre manos es uno de los títulos con jugabilidad más endiablada, divertida, equilibrada y pulida que un servidor se ha echado a la cara en bastante tiempo.
Porque el juego triunfa incluso por encima de mi odio a lo Japo, de si mismo y de todas las cebollescas capas de despropósito vergonzante ya comentadas. Y eso no sé qué significa, pero imagino que tiene que significar algo.
El juego pese a repetir una fórmula prácticamente idéntica a la del último Devil May Cry; contiene los suficientes elementos innovadores como para llevar la idea un paso más allá. Los combos se realizan de más manera sencilla y resultan enormemente espectaculares, la jugabilidad resulta aún más fluída e incluye suficientes momentos de esos que te dejan con la boca abierta tanto en lo referente a ejecución como a imaginería visual del conjunto así que la invitación al despiporre de Bayonetta te acaba contagiando.
Genialidad u horror. Tú decides.
Sin embargo imagino que como en todo y más cuando estamos ante una obra tan evidentemente personal, la cosa irá por barrios o por gustos y para gustos los colores, y ya que estamos un servidor opina que la paleta empleada de violetas y negros resulta francamente horrible y confusa en más de un momento.
Tenemos en Bayonetta todos los elementos de la saga DMC; juego de acción en tercera persona con sistema de lucha mezcla de armas de mano y artes marciales, con tienda de armas y objetos, recolección de anillos (un más que evidente guiño de Kamiya hacia el erizo de SEGA) que intercambiaremos por las típicas mejoras, evolución de la barra de vida y de la de «magia»; alquimia para crear objetos; sistema de diario, adquisición de nuevos movimientos así como la clásica interacción con el escenario por medio de un botón que resulta en la clásica y a día de hoy «ultracutre deluxe» información en un par de líneas de texto, propia de los Resident Evil o la ya citada saga.
Incluso la estética de los niveles, con ese tufillo centroeuropeo o hasta en la existencia de misteriosos personajes alter egos de oscuro pasado, Bayonetta mantiene puntos de convergencia con la anterior obra de su creador.
No obstante lo que los americanos llaman «Gameplay» y los chinos no tengo ni idea de cómo lo llaman pero que aquí indebidamente llamamos jugabilidad, resulta, pese a la clásica cámara engorrosa marca de la casa que te deja tirado en las esquinas, una absoluta delicia con un ritmo endiablado y unas situaciones inverosímiles, cada una más sorprendente que la anterior.
Ahora estás deteniendo el tiempo, ahora peleas en el techo de la habitación, le das cera a un enemigo de tres cabezas o devoras a un fulano invocando un monstruo formado de pelos. Porque sí amigos, son tus pelos los que crean enormes tacones que aplastan a tus enemigos, generan monstruos que los devoran o forman puños que reparten estopa; y entonces tus enemigos como por ejemplo, el arcángel San Gabriel, acaban reducidos a un montón de sangre y vísceras momento en el que proceden a soltar los anillos que usarás como moneda de intercambio para tus mejoras. Tela.
Despiporre desvergonzado adictivo.
Otro aspecto a destacar del juego es que cuando piensas que ya no queda nada en lo que Bayonetta te pueda sorprender, es justo cuando el juego aprovecha para soltarte un WTF de colores tan grande como la catedral de Burgos rozando en todo momento ese extraño límite entre la genialidad y la estupidez, nadando en ambas aguas y sin salvar la ropa, porque a fín de cuentas, vas cubierta de pelo (¡¡eccs!!).
Entre las lagunas del juego aparte de las citadas que evidentemente entiendo que son absolutamente personales y del ya mencionado «síndrome de la cámara tracionera» reseñar la dejadez de Kamiya en el tema de menús y tiempos de carga, absolutamente decadentes e infames para los tiempos que corren.
Los primeros por seguir siendo enormemente lentos y liosos; los segundos porque, aún a pesar de haberlos disfrazado de manera bastante genial con un escenario vacío para que practiques los combos, no pueden ni deben ser pasados por altos. Que una cosa es el amor por lo clásico y retro que destila Bayonetta y otra muy distinta es que no se curre este señor un sistema de menús cómodo en el que la usabilidad esté por encima de su belleza o unos tiempos de carga que no inviten a fumar como un desquiciado y resulten propios de tiempos más cercanos al Spectrum que a otra cosa.
La coreografía de las cinemáticas aunque espectacular por momentos resulta caótica en demasiadas ocasiones, hecho que delata por qué este señor está haciendo videojuegos y no se dedica al cine como intuyo que le gustaría. Si a Michael Bay se le critica (y con razón) por no saber mantener quita la cámara ni un sólo segundo, es de justicia reconocer que como coreógrafo de escenas de acción supuestamente «increíbles» Kamiya está muchos pasos por detrás de alguien como Kojima.
Impera en su dirección la norma de «más» es «más» que curiosamente en la parte jugable funciona pero que en la meramente visual genera confusión dejando al espectador sin saber muy bien qué cojones está pasando en pantalla. Si no fuera suficientemente confuso el diseño de lo que aparece, como para liarte a meter 60 planos por segundo… el batiburrillo está servido en, por desgracia, demasiadas ocasiones.
Si dónde hay pelo, hay alegría, la tía esta debe de ser la persona más feliz del mundo
En el tema musical, lo siento, pero volvemos a un tema de gustos personales. Yo sencillamente ODIO con toda mi alma lo que han hecho con el «Fly me to the moon» Bart Howard, transformándola en una especie de canción Japo de ascensor jodiendo por completo el clásico que popularizó el gran Frank Sinatra; comprendo que el espíritu del juego requiere indisciplina y gamberrismo, pero miren, yo es que por ahí sí que no paso.
Porque imagino que ahí precisamente radica el quid de la cuestión sobre si te va a gustar Bayonetta o lo vas a odiar.
Si le «pasas» todos esos «inconvenientes citados» y te lo tomas con humor o hasta te hace gracia; disfrutarás de la experiencia lo suficiente como para saber perdonárselo disfrutando de, en mi opinión, un gran juego. Si amas lo japo, eres un otaku y te vuelve «loko magazin» el mundo de akihabara, estás ante uno de los juegos de tu vida, pero si se te hacen cuesta arriba este tipo de propuestas japonesas desquiciadas, estás ante una pared de hielo de difícil escalada y un producto que te parecerá enormemente infecto.
El primer caso, es el de éste, su humilde aunque sexy servidor.
Nota 8 Ajares
Versión Analizada: PS3. Dicen los exquisitos de los frames, que pierde en frames respecto a la versión 360 en sitios muy puntuales. No he podido comprobarlo ¿Qué quereis que me compre dos veces el mismo juego? Amos, no jodamos.