ANALIS-DIS: BATTLEFIELD 3 (XBOX360)
Una de las cosas más fascinantes del ser humano es su facilidad para caer en las trampas de su propio cerebro. Por muy vanidosos y pagados de nosotros mismos que estemos, no podemos evitar estar condicionados por millones de años de proceso evolutivo, tanto para lo bueno como para lo malo. Lejos de estar bien diseñados, lo que podemos decir es que estamos bastante bien optimizados para ser animales con presunciones.
No somos muy buenos haciendo predicciones, pero nos encanta pensar que sí. Enfrentados a una serie de acontecimientos iguales o muy parecidos, somos capaces de establecer patrones de repetición y aventurar hechos futuros sin tener en cuenta la más mínima lógica elemental. Hay personas que incluso establecen una forma de ganarse la vida basada en vender esas predicciones a otras personas.
Dicha serie de acontecimientos idénticos puede contener sucesos muy separados en el tiempo o bien en rápida sucesión, eso es irrelevante. Lo curioso del asunto es que seamos capaces de buscar la clave de dichas repeticiones aunque podamos deducir que se trata de hechos fortuitos y sin relación causal entre ellos. De esta manera nos engañamos, sencillamente, por el mero placer de buscar un orden donde no lo hay y así poder organizarnos nuestras vidas en base a la tranquilidad y seguridad que da saber que todo pasa por una razón. Evidentemente, esto no es así, pero preferimos ignorarlo.
Que una cosa haya sucedido en el pasado de un modo determinado no implica, necesariamente, que vaya a repetirse de la misma manera o de que, siquiera vaya a repetirse. Esto es especialmente cierto cuando hablamos de acciones que dependen en un alto porcentaje de la intervención humana.
Es decir, que haya llovido un 23 de Abril los últimos cinco años en el puerto de Maracaibo, no significa que en lo sucesivo vaya a ocurrir el mismo fenómeno. La cantidad de factores que influyen en la meteorología descartan predicciones fiables más allá de unos pocos días. Por otro lado, que a una misma persona le toque la lotería siete años seguidos es posible, pero altamente improbable, y desde luego no significa que haya de ser un patrón continuado. Y si seguimos con los ejemplos, del hecho de que los equipos de la selección española siempre ganen cuando el Rey está presente en el palco de autoridades, no puede inferirse que el Rey de buena suerte o sea un talismán infalible, de hecho ha fallado tanto como ha acertado, pero preferimos recurrir a los tópicos y obviamos los resultados negativos del «experimento» de un modo irracional.
En el universo de la industria del videojuego esto se resume en la frase que los afortunados poseedores de una ajareseta lucen en su espalda: Hype Victim.
Que una segunda parte de un videojuego de éxito pueda ser esperada por legión de consumidores como si fuera el segundo advenimiento o la imposible portada de «Interviú» de Scarlett Johansson, ya deja bien a las claras que estamos, junto con el aficionado al cine, enfrente de los sujetos más alejados de la realidad que el Universo puede contener.
Puede darse el caso de que las continuaciones de un título de éxito (en todos los sentidos) puedan ser buenas sin llegar al nivel del original y así mantener viva una franquicia, no importa la calidad del producto. En el mundo de los negocios es obvio que el objetivo es ese: hacer dinero.
Al final, la necesidad imperiosa de monetizarlo absolutamente todo, da como resultado una toma de decisiones viciada por las tablas de Excel del departamento de mercadotecnia. Esas tablas de Excel dicen que si un juego ha vendido dos millones de unidades apoyado en un idea novedosa, con un equipo de veinte personas detrás y un presupuesto de tres millones, pues basta doblar las cifras para repetir el éxito. Evidentemente, doblar las cifras de personal, no las de gasto.
«Battlefield 3» no es, en términos absolutos, un mal juego. Sencillamente, sus destellos de calidad hacen más doloroso el constatar lo lejos que se ha quedado de ser un juego grandioso. Como un alumno brillante, pero inconstante, «Battlefield 3» son los deberes hechos pensando en qué querrán los demás de mi, en vez de ser un trabajo digno como corresponde a alguien de cierto nivel.
Toda la campaña «single player» es una sucesión de desatinos, punteada aquí y allá por momentos geniales que pasan demasiado rápido. El cabreo continuo que se siente al comprobar la forma tan estúpida en que se ha lanzado por el sumidero tanto talento, es un estado de ánimo que sólo contribuye a proyectar pensamientos negativos sobre todo lo que rodea al juego.
Tenemos, por ejemplo, la misión «Thunder Run«. Dicha misión, está en las antípodas de lo que debería ser un buen fps, por mucho que reúna tantas cualidades alabadas, a saber: una música impresionante, efectos de luz y sonido apabullantes, gráficos de escándalo y una puesta en escena que te atrapa. Por desgracia, en cuanto se acaba la intro de la misión, todo lo que parecía que iba a ser apoteósico, se convierte en anodino, la jugabilidad pasa a ser la de un tiro al pato sin más, los gráficos pierden calidad sin saber muy bien qué ha pasado, y todo acaba más rápido que un polvo de discoteca.
Las misiones del comando ruso son lo mejor del juego, por agresivas, por trepidantes, por ser una ruptura total con tanto video y narración. Por fin, un juego de los llamados triple AAA que plantea un escenario donde el fallo del jugador se penaliza con un número desorbitado de muertes y cuyo ritmo de la acción es acorde con esa premisa.
«Battlefield 3» sigue un camino muy peligroso, aunque rentable, en los FPS. Está todo el rato reteniéndonos, haciéndonos esperar, enseñándonos grandes escenas de acción, mostrando unas puestas en escena impresionantes («Fire from the sky«), pero eso es todo, para cuando nos deja ir a que experimentemos por nosotros mismos, bueno, es como montar en bici y que tu padre esté sujetándote todo el rato por la espalda.
La parte más controvertida de «Battlefield 3» es, sin duda, su multijugador. Creo que hacía tiempo que no me encontraba con un juego de tanto potencial que, sistemáticamente, despreciara todas y cada una de las buenas ideas que habían llevado a la saga hasta el punto de ser considerada la referencia para una experiencia bélica multijugador definitiva. Podéis olvidaros de los «Bad Company», podéis olvidaros de «Battlefield 2». Cada uno de los mapas que conforman este juego son un dolor de muelas en lo jugable, no porque sus antecesores fueran muy buenos, que lo eran, sino porque es palpable que el esfuerzo en el diseño se ha centrado en primar una experiencia más de combate entre soldados que entre equipos. La gloria individual ha llegado a la franquicia para quedarse.
Podemos discutir si es mejor o peor un mapa por tener varios puntos de entrada/salida en contraposición con el típico mapa de un par de vías, pero lo que es inconcebible en un Battlefield es que, teniendo vehículos aéreos, terrestres y anfibios, nos limiten por la propia naturaleza del mapeado las opciones de las que disponemos. Si a esto le unimos la tendencia a convertirlo todo en combates urbanos con miras lasers y luces tácticas por doquier, pues lo que tenemos es una especie de «Rainbow Six» + «Ghost Recon» + «Counter Strike», pero sin ninguno de los elementos más divertidos de cada serie. Ya desde el principio, con la publicación de la demo con el mapa «Operation Metro«, se intuía qué sucedería con la serie. El tiempo ha acabado por confirmarlo. A estas alturas, aún andamos sacando parches para eliminar ventajas de ciertos tipos de armas (¡esas escopetas!), corrigiendo bugs que deberían haber saltado ya en la alpha del juego y retocando porcentajes de daño para vehículos.
De las treinta horas jugadas al «BF3» (ni punto de comparación con las cien horas jugadas a cada «Bad Company»), todas y cada una de ellas han conseguido cabrearme por algún motivo. Ya sea por los pobres mapas que vienen con el juego (el DLC de «Back to Karkand» ha arreglado algo el problema), por la idiotización de los jugadores (alentada por el propio juego), por la pérdida de todas las señas de identidad de un «Battlefield» (empezando por la pérdida de importancia de los vehículos, continuando con la pobre implementación de la destrucción de edificios y acabando con la reducción al absurdo de las opciones tácticas a la hora de encarar un mapa) y, sobretodo, por la incomprensible política de actualizaciones que nos ha dejado un juego insufrible la mayoría de las veces. La práctica desaparición del modo fanático, la penalización sufrida por la supresión y la paulatina eliminación de servers normales reemplazados por servers «alquilados», de donde te expulsa un administrador por meterle una navaja por el culo mientras hace de francotirador, son las tres cosas que me han expulsado del juego. Creo que no habrá para mi un «Battlefield 4» ni un «Bad Company 3».