AJAREPEDIA: B de B.A.T.

La primera vez que escuché la palabra cyberpunk pensé en un Johnny Rotten hecho de metal y carne. La filosofía del do it yourself abordaba entonces la tarea propia de un demiurgo atreviéndose a profanar tejido y músculos para crear al bastardo definitivo creado y concebido para bailar el pogo de manera incansable.

Aunque ahora parezcan tiempos lejanos y algunos de nuestros lectores sitúen las olimpiadas de Barcelona y la explosión del grunge más o menos en la misma época histórica que la extinción de los dinosaurios, lo cierto es que a principios de los ´90 esto de los ordenadores empezaba a dar miedo. Todo eran posibilidades:multitarea, multimedia, VGA, CD-ROM´s, modems, acceso a la información e intercambio de opiniones en el ciberespacio, ese sitio inexplorado, desconocido y lennnnntooo.

Empezaba la era de los geeks, de acrónimos indescifrables y de adjetivos mastodónticos. En definitiva, nos estaban vendiendo la revolución de las máquinas. Skynet no sólo era posible, era inevitable, porque el hombre estaba creando una realidad alternativa de la que podíamos formar parte para alcanzar un estadio superior en la evolución. Ríanse lo que quieran, pero lo que en Blade Runner era un futuro plausible pero remoto, ahora se contemplaba como una realidad a la vuelta de la esquina.

Todos los periodistas, en especial los críticos de música, cine y videojuegos, utilizaban los términos cyberpunk e inteligencia artificial, con una asiduidad que resultaba hasta obsceno. Cualquier fulano que sacara un disco con una portada en la que se pudiera entrever un chip ya era considerado un artista cyber, fíjense que Billy Idol parió un disco de esa guisa, pero es que ademas se puso por encima todos los cables y hardware que encontró para parecer un cyborg. Peazo de crack.

Nadie mejor que Keanu Reeves para encarnar al protagonista de las nuevas visiones cyberpunk de aquellos días, ya sólo por Johnny Mnemonic merece la pena recordarlo. Esa cara de palo no podía pertenecer a un ser humano, resultaba evidente que Hollywood había conseguido crear un cyborg para interpretar a un cyborg, espeluznante. Que años mas tarde protagonizará Matrix y fuera capaz de seguir siendo inexpresivo es una prueba más de que al bueno de Keanu lo montaron por piezas en un taller.

En unos pocos años salieron muchísimos juegos que utilizaban esa estética de mundo inundado de tecnología y abrigos de cuero. Deus Ex, Syndicate, System Shock y el que nos ocupa (B.A.T.), mezclaban las mismas tramas políticas y económicas de siempre, pero sobrecargadas de silicio para presentarnos un futuro en el que el hombre depende tanto de las máquinas que él mismo es una. Lo peor de ambos mundos junto, la codicia humana potenciada gracias a los cyber implantes, capacidades sobrehumanas para gestionar las mismas obsesiones de siempre: dominar el mundo.

Como no puede ser de otra forma, los ciberdelincuentes tienen su replica en los ciberpolicias, aunque ambos depende de megacorporaciones tecnológicas que venden sus inventos al mejor postor. En este contexto, es la población enteramente humana la que ha de vivir bajo el yugo de los otros, los diferentes. La dictadura de la evolución reinterpretada por el hombre y al servicio de los más poderosos.

La gran mayoría de nosotros no acabábamos de entender muy bien de qué iba todo el asunto realmente, sólo sabíamos que existía un mundo donde los ordenadores funcionaban muy rápida y eficientemente, las interfaces de usuario podían ser utilizadas por una ameba, cualquier cosa que hicieras implicaba muchos colorines y sonidos, todo el mundo temía y respetaba a todo aquel que poseía los conocimientos para desenvolverse en ese mundo, y tenías visión potenciada, superfuerza, armamento del carajo y además unas pintas que volvían locas a las mujeres. Dios, ese era un mundo por el que merecía la pena luchar.

Evidentemente, por mucho que el cyberpunk fuera la nueva onda, no esta de más recordar que no dejaba de ser ciencia-ficción, a pesar de que sí, los ordenadores ya estaban aquí, que sí, que la realidad virtual estaba a tu alcance por una moneda de 500 pesetas en cualquier salón recreativo, pero hombre, que entre el Cortador de cesped y Virtuosity a lo que teníamos nosotros había un abismo, no tecnológico, sino social. Nadie mayor de 30 años estaba preparado para aceptar que las máquinas podían ganar la batalla del entretenimiento.

Siendo reduccionistas, B.A.T. no es más que la enésima historia de detectives pero con robots, alienígenas e implantes corporales. Aunque, lo que se vendía en aquellos tiempos era la posibilidad de hacer todo lo que quisieras, esa potencialidad es algo que siempre les ha venido muy bien a los diseñadores de videojuegos para vender su moto. El eterno: podrás ir a donde quieras y hacer lo que quieras, ver crecer la hierba, apostar en casinos, participar en carreras espaciales, hacerte herrero o cualquier otra profesión,… esas ganas de crear un mundo vivo le ha pasado factura a más de una producción, básicamente porque todo juego debe tener un objetivo y si queda diluido entre un mar de opciones al final lo que tienes es una trampa virtual, en la que quedas cautivo de un montón de posibilidades que nunca conducen a nada, básicamente porque suelen ser un fin en si mismas sin ninguna relevancia en la trama principal más que aumentar nuestro inventario y experiencia.

B.A.T. es uno de esos juegos que permitía a los críticos llenarse la boca con términos que ahora parecen comunes, pero que hace casi 20 años era toda una novedad. Recuerden Lure of the Tempress y su Virtual Theatre (Virtual Theatre engine. VT allowed in-game characters to wander around the gameworld indepently of each other, living their own lives and doing their own thing.) , en el que los pnj vivían su vida independientemente de nuestras acciones. Como siempre, la teoría era mejor que el resultado porque la limitación tecnológica no daba para mucho más que una acción y dos lineas de diálogo. Tener libertad de acción era realmente algo perfecto para fantasear, uno leía las críticas y miraba las capturas de pantalla y se imaginaba trajinándose alienígenas de tres pechos en los bares de un remoto planeta, comerciando con robots, añadiendo mejoras a su cuerpo mediante implantes ilegales, entrando en todos los edificios y conversando con, absolutamente, todo el mundo. La lastima es que como demostró elite, poder se puede hacer, pero nunca como nos lo venden. La realidad es que de 5 edificios podemos entrar en dos, de 6 personajes podemos hablar con 3 y ademas uno de ellos siempre repite la misma frase, en el fondo tenemos un juego de prueba y error, donde al principio queremos hacer de todo y luego nos vamos dando cuenta de las limitaciones que nos impone el diseñador el cual a su vez se ve limitado por el hardware.

De todas formas, lo importante es la capacidad de ilusionar que existía entonces, era el hype sin la malicia de ahora. Realmente podías entrar en un bar, apostar en una timba ilegal, entrarle a una chati y pelearte a muerte con el primer alienígena borracho que te cruzabas, lo triste es que cuanto más jugabas, menos te apetecía hacer esas cosas, básicamente porque uno: no te llevaban a ningún lado dos: morías irremediablemente

Al final, ya sabías con quien tenías que hablar y a dónde tenías que ir para avanzar en la trama, el resto de posibilidades se diluían y sólo aceptábamos aquellas que nos permitían conseguir más dinero para comprar algún objeto. La inmersión en ese mundo se beneficiaba de tener esa pseudolibertad de acción, y resultaba fascinante para cualquier aficionado al rol, ya que indudablemente, permitía hacer precisamente eso, encarnar un personaje y dotarle de personalidad.

En B.A.T. debemos encontrar a un perturbado que amenaza con hacer volar por los aires, bueno en realidad sería por el espacio, un planeta entero. Ya ven, el futuro lo que nos permite es alcanzar cotas de destrucción megalómanas, así cualquier piltrafilla te cuela una bomba capaz de hacer lo mismo que la Estrella de la Muerte, pero por el mismo precio que costó hacer el retrete de Darth Vader.

Pero ya saben que en estas historias las cosa no siempre son lo que parecen y nuestros intereses como ciudadanos que pagamos impuestos no tienen porque corresponderse con los de nuestros bienamados líderes (¡Alabado sea el gran ordenador del complejo Alfa, muerte a los traidores comunistas!). Trabajamos para la Confederación de Galaxias que viene a ser quien parte el bacalao en el hiperespacio pero claro, como nos toca hacer cosas feas, en realidad trabajamos como undercover agent, o lo que es lo mismo como agente encubierto con licencia para derrochar el dinero de los contribuyentes en putas, alcohol y drogas.

Como buena distopía el mundo de B.A.T. es un sitio decadente en lo social, pero muy avanzado en lo tecnológico, es decir que todo huele a kebab revenido pero no te lo sirve un pakistaní sino una máquina. Hablamos de 1991, Por aquel entonces yo no había leído Neuromante de William Gibson, y el término vaquero del ciberespacio me sonaba a película porno. La idea del que actua en la sombra, del espía revestido de fachada tecnológica podría ser una revisión de James Bond sino fuera porque ni el lujo ni el glamour están presentes en la realidad donde nos movemos. Fíjense que el primer contacto con alguien de nuestra organización tiene lugar en un lavabo de un espaciopuerto. No se, quizás el nuevo Bond si pueda hablar con Q mientras tiene la chorra fuera, pero desde luego no creo que lo haga en esmoquing.

Gracias al sistema BOB (un implante en nuestro brazo izquierdo), podremos conversar indistintamente con alienígenas o robots, mejorar nuestras capacidades físicas y sensoriales, es un modo moderno de llevar un control sobre nuestras estadísticas y habilidades. No debemos olvidar que B.A.T. es una mezcla de juego de rol y de aventura gráfica, lo primero por la posibilidad de subir niveles y lo segundo por la necesidad de mantener conversaciones con un montón de gente a la que en el fondo desearías matar ahora que ya tienes fuerza y habilidad suficientes y el tío raro de la tienda de armas te ha vendido un pistolón del quince.

Avanzamos pantalla a pantalla, lo cual nos permite crear fácilmente un mapa y ubicar a personajes y edificios. Además, podemos grabar partida siempre que queramos pudiendo tomar decisiones y elegir alternativas sin que ello suponga más que un volver atrás unos pocos pasos si nuestras elecciones nos han llevado por un camino equivocado. Finalmente, el juego nos ofrece los elementos característicos de este tipo de historias, donde nadie es quien dice ser y aquellos en los que confias acaban siendo quienes te traicionen. Pero claro, eso lo descubres años más tarde, cuando ya te has convertido en un repelente sabelotodo. Mientras no alcanzas ese punto, B.A.T. es un juego muy bueno y un título destacable incluso al nivel de Snatcher, con el cual comparte no sólo temática sino esa adorable necesidad de plagiar inspirarse en grandes títulos del celuloide.