Todo está aquí y sin embargo no lo está. Faltan cosas pero es porque han mutado de forma. La ecuación es la misma, solo que en «From Software» se han dado cuenta de que tenían una «x» en el numerador y otra en el denominador y las han tachado.
Y aunque la fórmula sea la misma… el resultado es diferente. Son pequeños cambios que parece que no aportan nada y que en realidad lo cambian todo. Ya no combates todo el rato igual y ya no te conviertes en una clase porque ésta, depende de cada enemigo al que te enfrentas. Esa es la más sutil de las diferencias. En ocasiones toca echarse para adelante con furia y pecho de palomo y otras es mejor abrazar la estrategia, el estudio y la calma. Y saber cuándo has de hacer una u otra cosa, te va a costar lo suyo.
Ahora no hay escudo y sin embargo sí que lo hay, solo que tiene forma de pistola o de escopeta. Y no puede detener un golpe, pero sí una secuencia de ataque. Pero para ello necesitas un uso del tempo exquisito. Y Bloodborne se ríe de ti porque no siempre te sale bien. Not his fucking tempo. Te obliga a atacar cuando tú solo quieres defenderte y a defenderte cuando la mejor defensa debería ser el ataque. Bloodborne trae ecos de «Bayonetta» licuando la esencia de «Ninja Gaiden» y los pretéritos títulos de la saga Souls.
Bloodborne te saca a bailar y te lleva en volandas hacia la tragedia de un mundo en el que cada ladrillo tiene forma de laberinto y enigma que cuentan la eterna batalla entre el bien y el mal, consciente de que no existe otra historia posible porque su historia es en realidad la tuya, la de tu lucha contra ti mismo. Contra tus miedos y tus pesadillas.
Porque hay otros que viven encerrados porque sus pesadillas les impiden salir a la calle. Presos del llanto, la locura, o ambas cosas te hacen ver que al final de la noche, es mejor estar aquí fuera luchando que estar encerrado perdiendo la razón para siempre. Al menos la lucha quizá pueda evitar que te consuman tus demonios internos.
Bloodborne se retuerce sobre sí mismo abriéndose en mil bifurcaciones que lejos de permitirte avanzar te devuelven a un punto de partida al que regresas tras obligarte a construir tu propio camino a hostia viva solo para alardear de la asombrosa coherencia que posee. Y tras ello se regodea con orgullo por haberte hecho perder el tiempo.
Cada golpe, cada disparo, posee una contundencia espectacular que te vampirizan en un eterno deseo de sangre y en una espiral de violencia que empiezan y acaban en ti mismo.
Allí donde había almas, ahora hay sangre, y dónde hubo un sol al que alabar, solo queda una noche eterna.
La verdad, no se me ocurre una mayor declaración de principios que ésta.