PERSIAGGEDON: TE CAGAS IN THE BRAGAS

Nuestro héroe, interpretado por el evidentemente asiático Will Smith, salta desde uno de los balcones de palacio hacia el interior del edificio sin tener en consideración que hasta el suelo hay aproximádamente 600 metros de altura. Como no quiere morir joven y dejar un persa cadáver, decide improvisar aferrándose con firmeza a una de las rojas cortinas de palacio, hechas de seda marroquí y tintadas con las sangre de 100 mil vírgenes (Flashback, el malo malísimo «Potrilas», rebana el cuello, se aleja la cámara y se le ve en tonos azulados sobre una montaña del 100.000 cadáveres de bella pero amputadas jóvenas -un saludo a las imbécilas que aún siguen dando la brasa con el feminismo y la igualdad mal entendidas-) con el único fin de conseguir inte para sus cortinas, porque sí, es GAY, pero también es maligno que te cagas.

Si las cosas se ponen feas, los feos a trabajar

El Príncipe de Bel-Persia, corta una cuerda que se encuentra por el camino, lo que hace que dos enormes lámparas que andaban colgadas a ambos lados de la habitación sin que sea necesario que nadie os explique por qué, se sueltan y comienzan a ir hacia la cortina sobre la que nuestro héroe cabalga.

En dos movimientos rotoscópicos en slow motion, el principe suelta un mandoble a una de las lámparas, que termina cayendo en una estrepitosa explosión sobre parte de la guardia de palacio que espera a la bajada a tierra de nuestro héroe para cortarle en finas rodajas y así por fin poder probar el «Carpaccio de Smith» que dicen que está bueno que te cagas.

Comienza el tiempo bala, momento que el príncipe aprovecha para montarse en la otra lámpara a la que le corta una cuerda y debido a un extraño efecto-polea que no tomaremos demasiado en serio por desafiar todas las leyes de la física conocida, el príncipe es transportado en lámpara hasta el suelo de la habitación como si de un ascensor se tratara.

Nada más llegar al suelo, «El principe de Bel-Kelar» es atacado por la espalda y un esbirro de Potrilas le clava un puñal.

Will Smith usa la daga del tiempo, viaja hacia atrás unos segundos, ésta vez se da la vuelta a tiempo, le endiña un ostión al malo y levantándose a cámara lenta (plano contrapicado desde abajo) suelta un socarrón: «¿Pero cuántas veces tengo que decirte que no se te ocurra matarme?»
Al fondo, dos enormes palacios explotan innecesaria e inexplicablemente en la mayor orgía fílmica de fuegos artificiales de la historia, simplemente porque sí.

Sí. Es Sábado. Estás en el cine y estás viendo…

Y lo peor de todo es que la noticia es cierta.