LA PRENSA (Y II)

Ese youtuber haciendo el gilipollas. Haciendo el bobo. Exactamente igual que hacía yo cuando tenía su edad. Un youtuber en el que el contenido del vídeo es lo de menos porque tan solo es parte del reclamo y lo que importa es la figura del youtuber en sí para poder convertirse en elemento agregador de gente. Un futuro amplificador del mensaje que alguien que esté dispuesto a pagar por sus servicios, desee lanzar. Este tipo de creadores de contenidos la gente los usa para REÍRSE. Yo me reía mucho con Fofó, que también era un payaso. Cero problemas con esto salvo uno: la sempiterna ceguera de las compañías que creen que prestarle apoyo resulta condición necesaria y suficiente para alcanzar el éxito y por tanto se permiten ignorar a todo el resto del espectro de «profesionales» (y no tan profesionales) del sector.

No nos vamos a echar ahora las manos a la cabeza porque estas son las mismas compañías que cuando comparan los números de los medios no se paran a pensar si en los números de tal o cual página hay detrás un contenido de interés o si esos números están alterados o distorsionados porque la página en cuestión cuenta con un foro en el que se habla de cualquier cosa menos de videojuegos y sobre el que además la página carece de ningún tipo de control. El numerito es lo único que importa. Y bueno, hasta cierto punto es entendible porque lo que se busca es simplemente «alcance». Repercusión.

El problema es cuando ese número no es extrapolable en ventas. Esto es: si creas un contenido para niños, tu público serán niños , que normalmente carecen de poder adquisitivo, y lo único que conseguirás apoyando a un Youtuber con público infantil, es que se hable mucho de tu juego y con casi total seguridad, tu juego acabe en los primeros puestos de la lista de videojuegos más pirateados. Nada más.

A estas alturas aún estamos intentando vender juegos de mierda como si fueran la segunda venida de Cristo. Y miren, no. Ningún youtuber puede salvar de la mediocridad a «Sunset Overdrive». Y cualquier persona que piense que sí que se puede, es un ingenuo. Vivimos en un mundo en el que ni la mejor campaña de publicidad ni todos los youtubers del mundo pueden «manejar» las corrientes de opinión globalizadas que se forman en las redes sociales. Puedes tratar de crear un muro de contención fabricado a base de dólares con cierto «Damage Control» pero vendrán Reddit, Twitter y Facebook a reventarlo como si estuviera fabricado con obleas de Santa Ignorancia.

El voyeurismo 2.0 por excelencia. Ver cómo juega otro señor mientras te cuenta sus mierdas. Lo que hacíamos en los salones recreativos pero a otro nivel: Asumir nuestra manifiesta incapacidad y dejar en manos de otro la carga de pasar niveles para poder satisfacer en primera persona una de las verdaderas fuerzas motoras de las ganas de jugar: Descubrir qué es lo que viene a continuación.

En formato «Walkthrough» han venido a sustituir a las famosas «Guías» que en la prensa escrita tan buenos resultados venían dando a modo de «visitas».
El que acude a ver este tipo de contenido en la gran mayoría de las ocasiones ya posee el juego y o bien quiere saber cómo se resuelve un problema o simplemente y dado el carácter interactivo del videojuego, quiere observar cómo otro ha solventado un problema al que él ya se había enfrentado.

Mis favoritos son los «Speedruns» consistentes en «terminar el juego muy deprisa» para tratar de establecer un récord. A veces resultan deliciosos, porque entre cubo y cubo de Minecraft y entre textura y textura de Dark Souls 2, puedes observar cómo se les va descomponiendo el cerebro. Cómo se les licua el alma derramándose allende los mundos de Mojang generando cataratas de sangre en cavernas de From Software. Confesiones chungas sobre sus propias vidas. Comentarios sociales muy cogidos con pinzas. Opiniones chunguísimas sobre temas delicados. Ese ensayo y error llevado a trastorno obsesivo compulsivo en ocasiones no se sabe si es el síntoma o es el tratamiento de un problema mayor. Y en otras ocasiones, claro, tan sólo sana competición contra uno mismo. Búsqueda de satisfacción por haber conseguido un objetivo en el corto plazo que alivie lo que la vida real cada vez te va negando y postergando con más vehemencia. ¿No es este uno de los motivos por los que jugamos?

El Gameplayer es inocuo. No opina. Rara vez expresa crítica alguna. Es, por tanto, otro elemento promocional perfecto para las compañías al que nadie puede acusar de nada salvo de, en mi opinión, publicitar a los cuatro vientos, algo tan íntimo como para mí es el acto de jugar a un videojuego. Prostitución lúdica. Allá cada cual con sus cosas. Nada que objetar tampoco.

El crtítico de videojuegos que ha entendido que es la palabra escrita la que se muere (aunque solo sea parcialmente) y que si quieres que alguien disfrute del contenido que generas, debe poseer un carácter audiovisual.
Como toda la vida y como ya pasaba con la prensa escrita o los «bloggers», trendsetters, prospecters, runners y gilipollers, los hay que saben mantener una independencia y realmente ejercen de pensamiento crítico y los hay que en cuanto pueden se dejan abrazar por los cantos de sirena de las distribuidoras y acaban haciendo un ridículo espantoso con patrocinios y demás mandangas para, como en el primer caso detallado, terminar convertidos en meros elementos publicitarios de sí mismos y de todo aquel que esté dispuesto a pagarle el festival.

Y es en este último punto en el que se abre el debate que me resulta interesante: En mi opinión se muere lo escrito.(Quizá no del todo, pero sí como para que en un futuro acabe siendo considerado un mero nicho). Las preguntas son ¿Se muere porque no ha sido lo suficientemente bueno? ¿Se muere porque ha traicionado a aquellos a los que realmente debía fidelidad absoluta? ¿Se muere por un problema educacional? ¿Se muere porque en esta sociedad el ciudadano no entiende que es responsable de la calidad de la información que recibe? ¿Se muere porque simplemente resulta innecesario para el ciudadano? ¿Se muere porque no ha sabido ser de utilidad? ¿Se muere simplemente porque viene una generación que ha nacido con un iPad en las manos? ¿Se muere porque no ha sabido adaptarse a tiempo? ¿Se muere porque se desangra mientras el mundo cambia? o ¿Simplemente se muere para renacer de otra manera?

El lector, en demasiadas ocasiones ha sido un número con el que atraer el interés de la distribuidora lo cual ha acabado dejando la calidad de lo escrito completamente de lado en detrimento de la cantidad y del SEO. Ya no se escribe sobre lo que se ha de escribir, o sobre lo que a uno le sale del alma escribir, si no sobre lo que va a dar muchas visitas. Hubiera sido lógico y comprensible un equilibrio al respecto, pero por desgracia la balanza se ha descompensado por completo y la gran cantidad de «basura» que ofrecen los grandes medios es aberrante.

Y por el lado del lector la actitud ha resultado ser similar. No se ha leído para informarse, se ha hecho para poder usar tal o cual argumento, nota o dato como arma arrojadiza en un foro. En general se ha leído para certificar la validez del argumento propio. Se ha leído aquello con lo que se sabía de antemano que se iba a estar de acuerdo. Y si no se estaba, la figura de la discrepancia, lejos de ser abrazada como algo bueno que quizá ayudara a un debate saludable con el que aprender algo, es estigmatizada, y por último sometida a la mofa y al escarnio forocochero.

¿Se trata de un problema tecnológico? Sí. También se trata de un problema de costumbres. Todo el esfuerzo que alguien lleva a cabo creando contenido audiovisual, es un esfuerzo que el usuario no tiene que hacer para que su cerebro transforme un texto en imágenes. Es más cómodo. Quizá sea peor intrínsecamente. Quizá resulte menos íntimo y menos romántico. Pero es más cómodo. Mis hijos hicieron el gesto de ampliar foto en un álbum de fotos de mi madre la primera vez que se lo puse en las manos. Tenían entonces tres años. El progreso. Y no seré yo el que enarbole el discurso del abuelo cebolleta.

¿Ha dejado de resultar útil la prensa del videojuego?