Desde este lado las cosas se ven de otro modo. Hay gente ahí fuera que se está matando por motivos que poco o nada nos importan pero que obviamente nos afectan. Dentro de cada guerra, de cada conflicto, hay otras luchas, la que libras contra tus iguales para tratar de sobrevivir y la que llevas a cabo contigo mismo para levantarte de la cama día tras día intentando seguir adelante mientras nada te garantiza que vayas a conseguirlo. El hambre, el frío, la tristeza, la enfermedad, tan solo son trabas que de un modo u otro te condicionarán ante el mayor de tus problemas: Enfrentarte a aquellos que están tan desesperados como tú y no van a dudar ni un segundo en usar todos los medios posibles para conseguir lo poco que tú tienes.
Porque el hecho de que los recursos sean limitados implica que todo lo que tienes, es algo que otro no posee. Y créeme qué ambos lo necesitáis, no por codicia, sino porque no tenerlo significa la muerte.
¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar? ¿Te llevarías a un ser humano por delante con tal de conseguir un muslo de rata muerta? ¿Hasta qué punto es más importante tu vida que la suya? ¿El hecho de querer asesinar a un ser humano para conseguir lo que necesitas no es motivo suficiente para que no tengas cabida en un futuro mundo quizá más justo que el actual? Que las bestias sobrevivan y los honrados mueran ¿No es precisamente garantía de un futuro mundo más cruel? ¿No es quizá precisamente ese el verdadero sentido de toda guerra, la aniquilación absoluta de aquello que llamamos humanidad?
¿Y no es precisamente este suficiente motivo para seguir adelante tratando de hacer lo correcto?
Mi guerra. La mía, esa que ignoro si acabará algún día, es la que libro conmigo mismo para no transformarme en un monstruo. Si sobrevivo habiendo renunciado a mis principios, a mi humanidad, si todos los que sobrevivimos hemos muerto por dentro y solo arrastramos a las nuevas generaciones resentimiento y dolor ¿De qué narices habrá servido?