Los más jóvenes no sóis conscientes de esto, pero hubo un tiempo en el que le metíamos horas y horas a nuestras aficiones y no teníamos un Steam que computara el tiempo para nuestra posterior vergüenza… Todo se resumía en “Buah, menuda viciada llevo” o “Estoy débil de jugar al Devil (May Cry)”.
Uno de esos sumideros de horas de mi adolescencia era Magic: The Gathering. La de horas que pasé pensando en barajas, jugando, cambiando cartas y haciendo el zángano darían para sacarme tres carreras y dos tesis doctorales, así que cuando me enteré de que HearthStone: Heroes of Warcraft estaba en Beta abierta os podéis imaginar el drama. Poco menos que le di a descargar tapándome los ojos y pensando “que sea lo que Jensen quiera”.
Y el caso es que no es tanto drama… a medias. Llamadme viejo pero lo de pagar por cosas digitales lo llevo bastante mal, la verdad y en este caso, si queréis meteros a saco en HearthStone el sistema de progresión está diseñado de modo y manera que tendréis que pasar por caja para conseguir más cartas. Ya me jodía en su momento pagar dos mil pesetas por una tierra doble en Magic, conque os podéis imaginar cuánto desembolso voy a hacer en ese juego.
Pero vaya, que los problemas del juego empiezan y terminan ahí. La monetización es un hecho y ante ella soy como el Borracho de la Arbolada: está ahí, no sé cómo, pero quiero que se mejore.
Por lo demás, HearthStone no es más que un CCG de Blizzard (Collectible Card Game = Juego de Cartas Coleccionables = Juego de Cartas para Gilis) que toma el lore de World of Warcraft y lo traslada a los enfrentamientos entre mazos personalizados con cierto nivel de estrategia y con las suficientes variaciones sobre el esquema Magiquero como para que sea más accesible y manteniendo la inmediatez de sus partidas.
Para los que tengáis experiencia en CCGs, en HearthStone se simplifican los elementos de gestión de recursos (que me daban una cantidad de quebraderos de cabeza muy seria) y se centra prácticamente todo en el combate y los hechizos, haciendo que tengamos que controlar menos elementos, pero conceptos como la “curva de maná” o la “ventaja de cartas” están muy presentes, haciendo que nos pensemos bastante las jugadas si queremos sacarle ventaja a nuestro oponente y ganar cuantas más partidas mejor.
Tampoco os penséis que en mis tiempos me sentaba en un Trono de Cartas y los dirty peasants me traían sus mazos para que se los bendijera, pero sí que se nota mucho cuando un jugador de HearthStone ha manejado habitualmente los conceptos que se emplean en Magic: The Gathering.
Al final, la sensación que se me queda tras jugar a HearthStone es que no es mal juego pero tampoco creo que vaya a revolucionar la industria (luego se cascará un Call of Duty, aunque sólo sea por joderme a mí) y que cumple lo que promete: partidillas rápidas de cartas y un sistema de juego divertido y sobre el que se puede profundizar… O no, pero eso ya está en vuestra mano.