DEJADME SOLO
Uno de los errores que los que pertenecemos al género humano no hemos enmendado y que lejos de mejorar hemos ido agravando con el paso del tiempo es que nos creemos todos la hostia de listos. Que luego seamos una panda de incultos amancebados que tenemos la cabeza llena de un montón de mierda que no sirve para nada y a la que dedicamos un montón de horas a la semana, lamentablemente solo refuerza nuestra sensación de falsa y malentendida cultura y sobre todo alimenta el aislamiento de una generación que más que nunca debería salir a la calle y escuchar a sus mayores.
¿Por qué les cuento esta milonga? Porque hace poco se murió Berlanga y ayer vi «La red Social».
En TVE días después de la muerte de Berlanga, persona que conocía España (tal y como demuestran todas sus películas) mejor que la madre que la parió, Cayetana Guillén Cuervo y su equipo le dedicaban un especial en el que proyectaban la deliciosa «La Vaquilla», película de obligado visionado Navideño, que destila la mala ostia y habitual punzante crítica social tan necesaria en estas almibaradas fechas llenas de falsas promesas de enmienda y «buenrollismo». A la proyección de tamaña obra maestra le siguió un bonito homenaje basado en una simple recopilación de declaraciones que el propio Berlanga había realizado en anteriores pasos por el citado programa.
Le escuché con atención asintiendo con la cabeza y riendo a menudo hasta que al final del homenaje hubo unas declaraciones que me volaron la cabeza, no sólo por la grandeza del mensaje, si no porque resultaban chocantes de puro anacrónicas.
«Lo que podría salvar al cielo este que se nos echa encima es la soledad. La soledad es algo a lo que nos hemos acostumbrado. Es algo que yo ya he adoptado como figura, como salvavidas mío para todo lo que me pueda ocurrir en el resto de lo que me quede y esa palabara debe de trasladarse al resto de la sociedad.
Es la única cosa que nos puede enriquecer, que cada uno se encierre en su recinto y a nivel individual construya su propio universo, su propio territorio y entonces se enfrente claramente a todo lo que pueda haber, pero sin salir de ahí… es decir que nos constituyamos cada individuo como nación con nuestro pequeño territorio. Que tengamos representante personal en la ONU. Este cuentecillo es lo que a mi personalmente me apasiona y es la única solución para la humanidad. Enriquecer la soledad, potenciarla a tope
Qué. ¿Cómo se les ha quedado el cuerpo?.
De puro obvio que resulta, hasta parece una tontería y sin embargo estamos ante una verdad como un templo: El ser humano sólo crece en la soledad y en la reflexión. Sólo ahí es capaz de imaginar, de crear y de dejar volar la imaginación. No se pongan extremistas que yo tampoco lo hago, tan malo es ser un anacoreta irredento que vive encerrado con sus libros en el cuarto de baño como todo lo contrario ¿Y qué es lo contrario?
Pues lo contrario es la realidad de muchas personas de este mundo entre las que en ocasiones me incluyo; o lo que es lo mismo, la absoluta falta de privacidad, el no encontrar nunca un momento a solas, el no detenerse a pensar, el actuar con el automático suelto, no dejar unos momentos a la reflexión y a la autocrítica y sobre todo, vivir por y de cara a la galería.
Esa estupenda película de David Fincher llamada «La Red Social», me dejó ciertamente consternado, aunque en este caso no sabía por qué, así que antes de caer en los brazos de Laurence Fishburne, estuve reflexionando y llegué a una conclusión: «Me estoy haciendo viejo».
Y no vean qué sorpresa y qué disgusto. Una cosa es ser consciente de que estamos aquí para morir y que todos, salvo Robin Williams cuando lo dirige Coppola, envejecemos al mismo ritmo y otra cosa es constatar no física si no mentalmente, que te estás haciendo viejo. Y fíjense que digo «mentalmente». Porque «La red social» me hizo sentir viejo en cuanto a mi forma de pensar, no en cuanto a mis acciones, mi flexibilidad, forma física o mis dictados que lógicamente no son los de un crío de 20 años. Gracias a Dios.
Porque lo que más me sorprendió de la película no es lo que hacen esos señores, si no la forma que tienen de pensar, presentada con naturalidad en especial en el momento en el que el protagonista explica por qué Facebook va a ser un éxito: Ahí tuve que desconectar por un momento y decirle a mi acompañante «WAT?«.
La frase era algo así como «La gente quiere ver a sus amigos en internet» y su amigo le miraba y asentía como diciendo «eres un genio«.
A mi, que estoy más cerca del pensamiento de José Luis Berlanga que de lo que pueda decir el creador de Facebook, ese argumento me deja obnubilado ¡Y eso que pese ano usarla tengo cuenta en Facebook! Vamos, que en base a un argumento absolutamente marciano a mi entender, un fulano ha generado un negocio de 60 billones de dólares. No creo que sea el señor Zuckerberg el que está equivocado.
De ahí la conclusión que les adelantaba acerca de mi senectud, ya que hacerse mayor no es otra cosa sino mirar raro a la juventud porque hacen o dicen cosas que consideras extrañas.
Sin embargo 60 billones de dólares no significan que se estén haciendo las cosas bien, si así fuera el proxenetismo y el tráfico de drogas estarían intelectualmente bien reconocidas y ya sabemos que esto no es así a no ser que seas un «artista» de culto.
Lo que quiero decir es que como dice el mastro, la esperanza para que las cosas nos vayan mejor a todos pasa por el recogimiento y por la reflexión de modo que seamos ser capaces de ser nosotros mismos, concepto que choca frontalmente con la dependencia «pública» e impúdica que parece tener toda una generación que vive en un axfisiante escaparate de cara a una galería hambrienta de usar la critica voraz para con el de enfrente como mero mecanismo de control preventivo para que nadie ponga en evidencia los defectos propios. Cuando precisamente es uno mismo el que, con el fin de avanzar, de progresar ha de poner en evidencia, asumir y corregir sus defectos, no el resto.
De la soledad han salido grandes cosas; empezando por el 99% de las obras artísticas y acabando con esa gran compañera aliviapenas llamada masturbación; de la «colectividad» y el escaparate permanente por ahora lo único bueno que ha salido es la Revolución Francesa y la toma de la bastilla; y aún así fue más producto de la sempiterna manipulación social que de una romántica revuelta popular. Al menos había un montón de gente a la vez haciendo algo de provecho de manera conjunta, cosa que hoy en día sólo podemos ver reflejado en un multitudinario Flash Mob. La comparación es tan dolorosa que mejor no profundizo. Vamos, que aún tiene que salir algo positivo a nivel global de las redes sociales y de su uso, mientras que la soledad ya ha demostrado su valía inmensamente.
En el punto medio está la virtud; una mezcla de socialización y de soledad son las que formarán adecuadamente a las generaciones del futuro… por ahora, personalmente no creo que llevemos buen camino, y si no mírennos, con la que está cayendo, con un gobierno dando decretazos a diestro y siniestro, recortando libertades y derechos y nosotros con la herramienta en la mano y sin saber qué cojones hacer con ella salvo organizar un baile del pañuelo masivo en la plaza del sol para cuando Ramonchu diga eso de «¡Los cuartos!«.
A estupideces no nos gana ni Dios. Para esto, a mi mejor dejadme solo.