DESPEDIDOS
Otros 100 fulanos se han ido a la calle en EA. Súmenle los problemas en Activision o en Lucas Arts, que ya comentamos por aquí en su día. (Y no voy a hablar de Intel con Project Offset porque se me saltan las lágrimas)
As you know, seasonal roll-offs that follow game launches are common and vital to maintaining a healthy business. Because so many of our games ship in the holiday quarter, the team size adjustments tend to follow in the same timeframe. However, EA is growing and several of our studios are looking to hire talented people.»
No entiendo nada. Bueno, de hecho lo entiendo perfectamente. Están despidiendo mientras contratan gente para que los despidos sean baratos año tras año.
Empresarialmente es lógico, pero más allá de que sea moralmente reprochable me parece que se corre con el riesgo de que a largo plazo, cuando todas las desarrolladoras hayan desaparecido… cuando todas formen parte de una compañía grande… desaparecerá la antigua cultura del «Estudio de desarrollo».
Es decir; hace unos años, cuando comprabas un juego de Infogrames, sabías lo que comprabas. Cuando adquirías uno de Blizzard, lo mismo. Y si jugabas a uno de Raven ni te cuento. Había, digamos, una marca de la casa cuasi tangible.
Mas tarde, a finales de los 90 comenzó la moda de «las estrellas» del videojuego»; ya no eran casas o estudios, si no que eran productos con un nombre de autor que garantizaba una calidad, un acabado y un renombre.
La jugada para las compañías era perfecta y cada una de ellas apoyó que fueran los nombres de unos señores los que representaran un producto, a fin de cuentas mantener en nómina a un fulano, aunque no haga ni el pedo, es más fácil, mucho más fácil que mantener a 150. Es preferible (para una compañía) que la gente identifique a uno y no a doscientos, más que nada porque eso te permite despedir a los otros ciento noventa y nueve cuando te salga del ciruelo.
Así, de OCEAN, ELITE, ATARI e INFOGRAMES, pasamos a Kojima, Cliffy B, Carmack, Perry, Molyneaux, alcanzando cotas absurdas de incomprensión con American McGee, que en toda su vida sólo ha dado nombre a un par de juegos medianamente decentes (Alice y Scrapland) así como una miriada de japoneses con nombres de japonés de los que yo sólo me se Kojima y Fumito Ueda, pero que quedan superchulos a la hora de dárselas de entendido a pesar de que no hayan hecho un buen RPG en los últimos 5 años.
Y qué quieren que les diga, a mi esto de las estrellonas mediáticas del videojuego, no me ha entrado nunca. Que sí, que algo de talento tendrán y que sabrán cómo dirigir a un equipo de personas de mejor o peor manera, ahora, eso de otorgar la autoría de los títulos al señor en cuestión y no al equipo completo de desarrollo; nanai.
No hace falta que les hable de Miloinillo fuera de Bullfrog o de cómo David Perry se quedó más sólo que la una en Shiny pariendo basuras post Matrix, mientras los auténticos padres de Messiah o MDK, se montaban la paralela con Planet Moon para seguir sacando maravillas al mercado como «Armed & Dangerous» o «Giants: Citizen Kabuto», porque ya conocen ustedes esta historia, pero vamos, que ID es mucho más que Carmack (de hecho lo mejor de ID sale cuando Carmack se dedica sólo a hacer de Carmack) y Obsidian más que Chris Avellone.
En última instancia, sin embargo, parece que ahora las grandes casas reclaman su nombre. O esa es la sensación que me da de un tiempo a esta parte.
Tengo la impresión de que ahora lo que te quieren vender es la marca EA, la marca Lucasarts (a buenas horas); ACTIVISION o THQ y la desarrolladora se deja en un segundo plano. Lo que se vende es un nuevo Call of Duty de Activision; no de Treyarch o de Infinity Ward. De hecho tal y como ha quedado recientemente muy muy claro, los empleados de estas son prescindibles. ¿Que hay que echarlos a la calle? Pues a la «piuta» calle.
¿Quién ha hecho el último Fallout? BETHESDA, por supuesto. ¿no?
En fín, que puede que me haga mayor y me esté convirtiendo en un viejo cascarrabias, pero la desaparición del sello de autoría de las creadoras de sueños es una pena, porque al final lo único que se conserva no es el talento, si no una mera marca publicitaria símbolo de calidad, buen hacer y todo lo que nos quieran vender, pero carentes de corazón.
Y las cosas que no tienen corazón, son imposibles de amar ni de ser amadas.