LE POPURRI AU MARENGO

PSEUDO-ANALIS-DIS CRUSADER KINGS II

El medievo es una época muy perra. A los males recurrentes de la humanidad como la peste, la disentería, la viruela y otras cosas que se transmitían por la buena costumbre de tocarle la colita al prójimo se le unían una nueva estructuración económica, social y política: el feudalismo. Por añadidura y a nivel global, habrían de librarse importantes guerras religiosas cuyos ecos aún hoy resuenan en los noticiarios con plena actualidad. Este mismo país no podría entenderse sin la larga presencia de los musulmanes, la Reconquista y la conformación de la proto-España actual. 

Crusader Kings II ayuda a comprender vagamente el mapa geopolítico de Europa, norte de África y este de Asia con suficiente riguriosidad como para despertar la chispa de la curiosidad histórica, haciendo especial hincapié en los juegos dinásticos y las intrigas palaciegas, sin desdeñar el componente militar y religioso. Cada partida (especialmente con la expansión Carlomagno, que permite abarcar toda la Edad Media en una sola partida) es una puerta a realidades alternativas donde grandes dosis de habilidad y el siempre necesitado azar pueden sentar las bases de un nuevo mundo conocido, donde las repúblicas comerciales ahogan a los reinos, la media luna ondea en los minaretes de Roma, lugar sagrado del Islam o un pervertido Emperador Quijote gobierna un imperio Hispano donde no se pone el sol mucho antes de que Colón naciese. Las posibilidades son, literalmente, ilimitadas. Infinitas.

“Divide -el contenido- y venceras”

Cierto es que el comercio, la incipiente economía global, están infrarrepresentadas en las dinámicas de juego. O que ciertas restricciones en la gestión de vasallos sugieren más limitaciones en la programación que intentos deliberados de aproximación a la realidad histórica. La burguesía en este marco social tiene un papel, generalmente, testimonial. Sin embargo, las opciones militares, territoriales, sucesorias y relacionales son tan excitantes en si mismas y tan profundas como uno quiera (o pueda) llegar a gestionar que es difícil reprobar la falta de aún más complejidad. Solo los asuntos de herencia por si solos son tan absorbentes, requieren tanta atención y mimo como juegos enteros. En modo Hombre de Hierro, el mapa se convierte en un gigantesco tablero de ajedrez donde la capacidad de previsión ante las medidas y contramedidas de los ajedrecistas rivales, se mide en lustros. Siglos. Y al mismo tiempo el carpe diem demanda una gestión milimétrica del momento presente para evitar golpes de efecto fulgurantes.

BIOSHOCK 2: MINERVA’S DEN

En una salida por la tangente, encarnamos a un nuevo Big Daddy en su búsqueda de respuestas en código máquina: una vuelta a los últimos estertores de una Rapture consumida por el Adam, que nos lleva a las mismas entrañas de la ciudad, El Pensador, el ordenador central que mantiene la respiración artificial y controla las languidecientes constantes vitales de la criatura de Ryan. La línea dominante es el escaso atrevimiento jugable: siguen tal cual se dejaron los modos Horda camuflados en recolección de Adam, las combinaciones de plásmidos, la variedad de armas, la satisfactoria perforadora y unos splicers muy cabrones. Redondeando la ecuación, una historia sencilla, bien hilada y conmovedora, tanto o más que la campaña original con sus ovejas descarriadas.

La Guarida de Minerva es más de lo mismo. Más de lo mismo, bien hecho. Buscad a Babbage, Lovelace y Turing; tuvieron menos suerte que Jonesy.

BIOSHOCK INFINITE: PANTEÓN MARINO

Mr. Pink ya analizó en su día de forma magistral la abominación de Levine. Burial at Sea (Panteón Marino para los hispanohablantes) mete aún más el dedo en la llaga combinando lo mejor de Rapture con lo peor de Columbia en dos episodios muy diferentes en planteamiento y desarrollo pero igual de indigestos. El primer episodio nos vuelve a colocar en la piel de Booker, en una Rapture a punto de entrar en la decadencia más absoluta que vivimos en el primer Bioshock, con el encargo de una misteriosa dama de recuperar a una niña muy particular. La oportunidad de meternos en vena los plásmidos originales que tan bien funcionaban entre Gotera y Otilio, tirada a la basura en pos de la continuidad de los insípidos tónicos vigorizadores, con un diseño de escenarios nada integrado en su (ab)uso. No queda ni rastro de los niveles estratégicamente confeccionados a la medida de los poderes, ni la variedad de opciones que una simple mancha de brea y una pequeña cascada cayendo por unas escaleras formando un pequeño charco ofrecían. El sistema de combate ya de por si poco refinado en el carrusel de Columbia se muestra aún menos refinado y poco balanceado en los pasillos submarinos, con un gancho metido a calzador para intentar dotar de algún dinamismo a la acción pero fracasando estrepitosamente en el intento, al desarrollarse en espacios demasiado reducidos. El tramo final escuece especialmente con su epicididad impostada, donde el sistema de escudo, las graves limitaciones de Eve y el propio diseño de los poderes chirrían más que en cualquier otro momento de la partida aportando un insospechado y desagradable elemento de dificultad añadida a un tramo de por si dificultoso en el Bioshock original. Tiros y más tiros, vueltas y revueltas.

En el segundo episodio se tiran directamente a la basura la acción que tanto protagonismo había tomado y el sistema de escudo con un «stealth wannabe» a base de botiquines y más carga narrativa. Se agradece el cambio de tono, si (mucho), y se agradecen las explicaciones (previsibles, por otro lado), si (mucho), pero los escenarios, situaciones y mecánicas siguen estando tan poco cocinados como los infinitos tiros, por la carencia de opciones y por lo mal implementadas que están las existentes. Se salva del fuego purificador el «hub» que si da algo de juego (poco). En definitiva, la sensación de estar dando vueltas espacio-temporales como un gilipollas es superlativa. Puede que la ambientación y los sucesos acontecidos fuesen un alegato suficiente para saciar a las plañideras de Infinite, cegadas por el fulgor de Columbia. Puede que, simplemente, respondiesen a la necesidad de Levine de completar una historia finita , un fuck the system antes de dedicarse a otros menesteres. Puede que fuese la manifestación de una necesidad recurrente e irrefrenable de retorno a la obra siempre imperfecta. Puede. Lo que está claro, y viene a demostrar este Panteón Marino, es que Rapture no funciona sin las mecánicas de Rapture y que las mecánicas rotas de Columbia no funcionan ni fuera de Columbia. La nostalgia le hace un flaco favor a este pastiche transoceánico. Parafraseando a Andrew Ryan, «la gran cadena es tan fuerte como el más débil de sus eslabones».

Ad-hoc, querría destacar dos asuntos:

– un sobresaliente (por puntiagudo) aspecto del primer tramo del primer episodio: el tratamiento omnipresente de la sexualidad en la fantasía de liberal de Ryan, que algunos interpretan como un intento de introducir a los nuevos jugadores de la saga en los contrastes de Columbia y Rapture. Sea como fuere, vemos parejas gays, gente que no parpadea, referencias a la dudosa sexualidad de antiguos personajes confirmada y una escalofriante afirmación, que seguramente ya sospechábamos dado el contexto moral de la ciudad: el abuso y explotación de las Little Sisters como juguetes sexuales por parte de la oligarquía.

– el horripilante apartado técnico. Ni todos los deferrendings del mundo, ni todo el arte del mundo, pueden enmascarar el anticuado apartado técnico, que ya se manifestó en el Infinite original, pero vuelve a quedar retratado bajo el mar. Con una buena ración de bugs que no serán jamás corregidos, dicho sea de paso.

Las imágenes que adornan este análisis son obra y gracia del siguiente usuario de Reddit.

LO MARENGO ET LE iPAD

La herramienta definitiva para solventar esos incomodos ratos en los que un tordo se debate entre el húmedo tracto intestinal y el gélido aire de Invernalia. Esta cuidada selección de títulos se caracterizan por:

a) ser gratuitos.
b) ocupar más bien poquito
d) ser más simples que el mecanismo de un chupete y
e) si, falta la característica ce.

Smash Hit (iOS + Android): un first person corridor shooter marbles de manual. El único objetivo es romper jarrones del chino. Visualmente agradable, requiere habilidad y tino.

Two Dots (iOS + Android): puzzles en los que juntar puntos de colores. Reglas sencillas y desarrollo directo.

RGB Express (iOS -2,99€- + Android -gratis-): puzzle en el que debemos llevar la carga adecuada en el camión adecuado por el camino adecuado, por el que muy convenientemente solo podrá pasar un camión. Tenéis fases para aburrir antes de que muráis de deshidratación en el catre.

Mmm Fingers (iOS + Android): mover el dedete por la pantalla evitando los obstáculos, más fácil de decir que de hacer, con un aspecto simpaticón. Cuidado con los cabreos post-Game Over y la puntería fecal.

Boson X (iOS -2,99€- + Android -2,47€-): actualmente es de pago, pero a mi me salió gratis y la lista la hago yo, ergo cumple los requisitos de entrada. Y punto. Endless runner en tercera persona que requiere grandes dosis de anticipación y buena visión espacial. Bastante cabroncete.

Timberman (iOS + Android): hay que talar un pino evitando las ramas. Toque en la parte izquierda para talar por la izquierda, toque en la parte derecha para talar por la derecha. Cuesta más explicarlo que jugarlo. Juéguenlo.

On the line (iOS -0,99€- + Android -0,89€-): mismo caso que Boson X. Juego de habilidad que nos retrotrae a aquellos pasarratos del demonio en Flash en los que recorrer un determinado circuito sin tocar en los bordes con el cursor del ratón. Donde digo cursor digan dedo y ya saben lo que les espera. Desbloquea nuevos retos acumulando distancia sin errar, cuidado con el picante.

Crossy Road (iOS + Android): ¿Frogger? Frogger. Aunque la rana se vista de pollo rana se queda.

Lost Yeti (iOS -1,99€- + Android -gratis-): puzzles en los que dirigir a un simpático Yeti hasta la salida obstaculizándole el paso. La anti-intuitiva mecánica es digna de cualquier infame minijuego de triple A. De hecho, es digna del juego flash homónimo réplica exacta de las versiones móviles.