VAS A MORIR
Existe un oscuro motivo por el cual nos gustan tanto los videojuegos. Para reconocerlo vamos a tener que adentrarnos en un apasionante viaje, o no, a eso tan complejo y cercano, aunque curiosamente desconocido llamado mente humana. Probablemente lo que vamos a descubrir no nos agrade en demasía, nuestros subsconsciente, ese tipo de mente que planea por debajo de nuestra consciencia, es un poco perversa y retorcida, bueno prácticamente hace 4 días estábamos todavía colgados de un árbol… y ya sabéis, un buen y soleado día nos bajamos al suelo y lo primero que sintió aquel simio, nuestro querido y amado megasupertatarabuelo, fue un miedo tan tan grande que todavía hoy lo recordamos.
El miedo mueve al mundo y lo motiva. Es difícil reconocerlo y darse cuenta, pero si somos lo suficientemente serios en nuestra pesquisa interior podremos encontrar respuestas muy interesantes. ¿Cual es la verdadera razón por la cual evolucionamos tecnológica, médica, social y políticamente(lol)?, el miedo a la extinción. Cuanto mejores seamos, más evolucionados, más potentes, etc. menores probabilidades tendremos de desaparecer como especie, queremos asegurar nuestro futuro y el de los nuestros de alguna manera, a toda costa, incluso a costa de los recursos del planeta. Para cuando ello ocurra, ya lo estamos buscando desde hace años, ya tendremos el plan B… otro planeta a colonizar y adecuar a nuestras necesidades de seguridad y permanencia.
A la mente del ser humano acuden cada día cientos y cientos de pensamientos, alguno de ellos tan real y potente que puede ser capaz de generar tropecientos mil ochocientos tipos de miedos, depresiones, fobias, patías y demás términologías cientifico-psicológica. Pero todas y cada una de ellas tiene un origen, un miedo único y original, siempre latente en nuestro subsconsciente y que transmuta en múltiples estilos y formas, el miedo a desaparecer, el miedo a dejar de ser, el miedo a morir. Aunque bueno, en realidad es una buena tontería ya que no presenciaremos nuestra muerte, es algo natural, la única certeza real que existe en la vida. El gérmen real de ese miedo a morir procede de una gran y mítica duda, el cómo, la manera de morir, dolorosa, plácida, durmiendo, accidental, natural, etc.
Pero dejemos de ser tan tétricos, o no jeje. Si alguien se queda atrapado en un ascensor, uno de los primeros pensamientos que aparecerán en su mente será, “hey tengo que salir de aquí, socorro!”. Cualquier cosa que nos amenaza puede matarnos, aniquilarnos. Donde nosotros decimos “socorro!” el subsconsciente dice “¡vamos a morir!”. Cuando salimos del entuerto, es decir un amable bombero o un vecino nos saca de allí el alivio (ailoviu) hacia esa persona es tremendo y damos las gracias pero posteriormente surge un pequeño problema, nos hemos sentido también ridículos ante el lance y delante de esas personas salvadoras.
En este pequeño ejemplo nos hubiera gustado que la película hubiera sido de otra manera. Sin duda hemos quedado como unos titirimundis cualquierizados. La mente subsconsciente comienza a lanzar sus pequeños dardos envenenados, y con muy mala leche por cierto. Mensajes como “si fueras un héroe y hubieras tenido las suficientes agallas te hubieras comportado de otra manera y no te hubieras hecho popó en los pantalones”. “Solamente los torpes y aquellos que tienen mala suerte pueden caer tan bajo”. “Si el ascensor hubiera hecho catacrocker ahora no estarías aquí”, “tu salvador era más feo que tú”. etc. En cuanto nos ocurre alguna contingencia de este tipo, nuestro disco duro mental subsconsciente comienza a almacenarlas, triturarlas y extraer lo que le interesa para su batalla en contra del miedo a la muerte, pero paradojicamente lo que consigue es crear más miedos y fobias, con la esperanza de conseguir protección. Tontamente, ya que lo que realmente consigue es que vivamos en un contínuo estado de amenaza hacia lo externo en mayor o menor grado.
Y entonces intentamos librarnos de todo este embrollo. ¿Formas y maneras?. Ahí tenemos la religión. La vida eterna, etc. etc. ya sabéis. Es el calmante ante este follón más utilizado en sus múltiples variaciones. Lo primero que hacemos (o hicieron en su momento) es crear un superyo de la ostiapedrín. Dios (pumpumchas!). Y ahí lo tenemos amigo, miles de años en el negocio ese buen tipo imaginario mandando en todo este cotarro gracias a nuestros miedos, cuando en realidad vivimos en un estado de “autoarrodillamiento”, por culpa de nosotros mismos y de nuestro Enredo Original. Y otro calmante, más moderno y que pertenece a la familia del cine, el teatro y la tele, son los videojuegos. Punset, amigo, me está saliendo un artículo sobre los videojuegos más profundo que el tuyo, con todo el respeto.
Un videojuego es como vivir otra vida pero en plan muy light. El caso es que cuando estamos metidos en el ajo, es decir en plena faena en un FPS por ejemplo, nuestra atención se centra unica y exclusivamente en ello. Nos olvidamos de nosotros mismos, y con ello de nuestro tiempo (se me pasó el tiempo volando), nuestro cuerpo (como me duelen las manos o el culo después de esta sentada, ¿mientras?, nah), de nuestro entorno (joer si ya es de noche, joer si tengo hambre), de todo. De hecho cuántas veces mientras estábamos jugando a un videojuego alguien nos ha preguntado ¿qué estás haciendo?. Nuestra respuesta es “hey!, pues estoy escoltando a un VIP hasta la base”, cuando lo razonable sería “estoy jugando a un videojuego en el que un personaje que manejo tiene que salvar a un VIP”. Ok es estupendo, gracias a los videojuegos nos olvidamos de nuestras penas y dolores varios durante ese corto espacio de tiempo que dura la partida en cuestión. Pero los videojuegos tienen algo más interesante y que nos gusta extraordinariamente, algunos lo saben o lo han intuido alguna vez, otros no claro de todo hay “en la viña”. Los personajes que manejamos, de alguna manera ese “yo pequeñito computerizado” que somos durante ese tiempo no muere NUNCA.
Bueno sí, digamos que el Game Over y todas esas historietas necesarias, ok, pero… ahí tenemos los “salvas”, ahí tenemos para más inri la “autorregeneración de vida”, ahí tenemos “quedan 5 vidas”, “Extra Life!!!”. Siempre siempre siempre tenemos una segunda oportunidad. No ocurre absolutamente nada, solamente una pequeña pérdida de tiempo sin importancia al lado de morir de verdad y no poder continuar con esa historia tan interesante y emocinante. El saber que tendrás infinitas posibilidades y oportunidades de salvar al VIP hace que nuestro “pequeño yo computerizado” se libere de cualquier miedo y sea capaz de hacer (imaginar) cosas que tú no intentarías ni harías en la vida real, jamás de los jamases. O eso piensas. Porque bien es sabido que jamás seré tan flexible, fuerte y poderoso como Kratos pero sin nuestra imaginación (y lo que nos dejan hacer en un videojuego a través de sus reglas) ese Kratos no es absolutamente nada. Un pedazo de carne con ojos inservible. Somos nosotros a través de nuestro “yo computerizado liberado” de nuestro miedo a morir, gracias a las peculiares reglas del propio videojuego, los que creamos la diversión.
Y ahora que sabemos todo esto la pregunta sería… ¿y entonces qué?, ¿para qué he leído esta parrafada y que puedo extraer a parte de entretenerme o no con este texto?. Logicamente pensaréis bueno… vamos a extraer entonces algo positivo de todo esto, ¿no?. Entonces según dice este tipo en Gamesajer si me libero de mis miedos, muchos de ellos inventados por el puto subsconsciente-disco-duro, ¿qué ocurriría?, ¿me pondría a conducir vehículos a lo loco-modorro al estilo GTA y cometería tropelías?. ¿Me encaramaría a azoteas y saltaría de una a otra como en Mirror’s Edge?. La respuesta que os daría sería… ¿pero eres tonto o te han parido a pedos?. ¿Eres capaz de ello?, ¿tu familia es una familia de santimbanquis?, ¿has nacido en un circo?, ¿te criaste en la selva?, ¿no sería más sensato y simple hacer cosas que te hicieran feliz?. ¿Te hace feliz ir dando saltos por las azoteas?, ¿pero eres tonto o qué?.
No me gustaría entrar en la clave del éxito de juegos como Los Sims o los mogoropogos más o menos sociables, esto se alargaría demasiado para el body y no quiero hacerles perder mucho más el tiempo.
La clave también nos la ofrece los videojuegos, los niños lo saben sin tener que haberlo aprendido. Hay que reclamar a la vida, a tu entorno, a los que te rodean, lo que te pertenece, y la única manera posible es, la solución estaba delante de nuestras propias narices:
PONTE A JUGAR.