EN BUSCA DE LOS SAVES PERDIDOS
En esta generación hay muchas cosas que van por modas, unas son evidentes como la marronización de los juegos o la CODificación de los FPS, pero otras son más transparentes. Y las cosas transparentes son como el lag, las hay buenas y las hay malas. Los bañadores que se transparentan por ejemplo son muy buena idea, que el aire sea transparente también, porque si no parecería que estuviéramos todo el tiempo jugando al Turok de Nintendo 64. Los madrileños gracias a la contaminación ya estamos acostumbrados, pero luego vamos a sitios con el aire más limpio y el cerebro se resiente porque no está acostumbrado a procesar tanta información visual.
Cosas transparentes malas son por ejemplo las puertas de cristal, donde mas de uno se ha dejado la napia y los piños y en el caso que nos ocupa: los juegos, son malas las partidas salvadas transparentes. ¿Partidas salvadas transparentes? Pues si, porque ahora los juegos se están empeñando en escondernos las partidas en los lugares más recónditos del disco duro.
Normalmente no nos importa donde se guardan, pero por ejemplo a la hora de hacer un backup, cambiar de ordenador, o simplemente meterlas en un pendrive para llevártelas a tu ordenador del pueblo encontrarlas puede ser un infierno.
Antiguamente los juegos te preguntaban donde instalarse y podías asumir que todo el juego se encontraba a partir de ese directorio, a excepción de las malditas dll’s. Y en algún sitio de ese directorio, generalmente en una carpeta aparte bien visible llamada «saves» o similar estaban los ficheros que atesoran los cientos de horas invertidos. Pero ahora no, ahora muchos juegos pasan de preguntarte donde se instalan, o dicha cuestión está en el modo experto del instalador, lo cual da idea del nivel que asumen en sus jugadores, por ejemplo todos los de Steam. Muchos acaban en «Archivos de Programa», pero muchos otros que no están traducidos acaban creando su propio «Program Files», y dentro de ellos no se sabe si luego ponen el nombre del juego, la desarrolladora, la distribuidora o la colección a la que pertenecen. Lo mismo ocurre con los accesos directos que crean en el menú inicio.
Así pues, si ya cuesta enterarse de donde se instalan, luego te vuelves loco para ver donde están tus partidas salvadas, y tras navegar por el árbol de directorios siguiendo un patrón LIFO como buen friki informático que eres, acabas determinando que tus partidas salvadas NO están ahí. A partir de ahí el método fácil es preguntar a Google, y cómo es sencillo encontrar la respuesta a la primera eso me hace concluir que el problema está mas extendido de lo que imaginábamos, es una plaga.
Pero supongamos que eres el primero en padecer el problema para ese juego en concreto (otra razón más para no ser el primo que compra antes que nadie) y Google no te sabe dar la respuesta. Entonces estás jodido, porque por tu experiencia previa asumes que está en tu directorio personal dentro de «Document and Settings» «Archivos Personales» o como cojones se les haya ocurrido llamar al /home de toda la vida a los creadores del Windows que tengas. Y cuando vas ahí descubres la ponzoña infecta de organización que tiene el asunto: «Mis Documentos», «My Documents», «Datos de Programa», «Application Data», «Configuracion Local»… además de unos cuantos directorios ocultos para amenizar el asunto.
En fin, el caso es que tras una ardua investigación durante la cual no dejas de preguntarte si no terminarías antes empezando una nueva partida, acabas encontrando los saves deseados. Puede incluso que descubras unos cuentos gigas si lo que estabas buscando eran las partidas del «The Witcher», pero ahí no acaba tu dura labor, porque como tengas un Windows diferente en el ordenador destino no te vale reproducir la estructura de directorios donde estaban los saves, ya que los nombres de todos esos directorios que he dicho varían según la versión e idioma, y el juego solo va a buscar las partidas en un sitio concreto, y no te lo va a decir… tendrás que entrar en él, guardar una partida, buscar donde se ha guardado, esperemos que más rápidamente que en el proceso previo gracias a la experiencia adquirida, y ahora sí: sustituir las partidas.
Aquí se esconden los saves del Minecraft en Windows 7, no así en Windows XP y mucho menos en Linux, lo descubrí a 5 minutos antes de tener que irme de casa a coger el autobus a madrid tras una larga semana de minería.
En fin, un puto infierno. Pero aunque me he centrado en Windows, los Linuxeros tienen exactamente el mismo problema. Yo uso Ubuntu y a día de hoy prácticamente no se donde se ha instalado NINGUNO de los programas que me he bajado, excepto el Minecraft, que es un mísero .jar, pero que el cabrón mete las partidas salvadas en un directorio oculto (en Linux los que empiezan por «.»), y que algunos de los múltiples exploradores de archivos no se dignan a mostrar, como el del crear archivos comprimidos o el del GIMP (creo).
Los de PS3 tampoco lo tienen mejor, su caso es diferente: existe el concepto de «partidas salvadas protegidas», que no puedes copiar, y que si lo haces físicamente conectando el disco duro a un PC por ejemplo, no funcionan. Solamente puedes copiarlas con una herramienta de backups de la propia Sony pero que hace que la partida salvada solo funcione en la PS3 de donde salió, o con una herramienta de transferencia que MUEVE el save, es decir, te lo pasa a otra PS3, pero te la quita de la anterior. He de decir que todo esto lo digo de oídas, de gente a la que le ha petado la PS3 y no puede recuperar su partida de Demon’s Souls, así que algo de credibilidad les doy.
No sabía que más poner para ilustrar mi enfado, así que he pensado que un bikini transparente como premio por haberme aguantado no era mala opción.
Para concluir… ¿En que cojones estaban pensando los desarrolladores cuando diseñaron esta basura? El juego será suyo (al menos eso pone en la licencia, tristemente lo único que poseemos actualmente), pero la partida salvada es mía, súbanla a la nube si quieren como hacen algunos juegos de Steam, pero déjenmela accesible y fácilmente localizable en mi ordenador, no estropeen lo que no estaba roto, coño ya.