ANALIS DIS: GEMINI RUE
Si hay un género que se ha preocupado por tratar de responder de forma recurrente las preguntas básicas que rodean al ser humano «¿Quienes somos?, ¿De dónde venimos? ¿dónde vamos?» a las que con tanto arte supieron poner música Siniestro Total, es el de la ciencia ficción.
Desde Asimov con sus leyes de la robótica que servían de excusa para plantearnos qué nos diferencia de una simple máquina, hasta los androides soñadores de Philip K Dick (que por cierto poco o nada tenían que ver a su vez con los replicantes que Deckard retiraba como buenamente podía en Blade Runner mientras decidía si acostarse con una Real Doll versión 7.0 terminaba de ser una buena idea, cosa que además poco o nada importaba cuando lo realmente memorable de todo aquel tinglado saldría de una improvisación de un Rutger Hauer por aquél entonces muy aficionado al LSD) todos planteaban preguntas acerca de la «esencia» de nuestro género.
Gattaca definía en su secuencia más emotiva lo que muchas otras obras han llamado «alma o consciencia» como la capacidad de ir más allá sin guardarse fuerzas para la vuelta o lo que es lo mismo, venía a concluir que lo que nos define como género humano es la capacidad de echarle cojones al asunto sin pensar en las consecuencias.
Si esto es así, mi hijo de 4 años es la persona más consciente del mundo.
Además, estar de acuerdo con esta enorme pollez argumental supone reconocer que el resto de personajes de la película son unos trozos de jamón york carentes de alma que nunca supieron llegar hasta la boya nadando simplemente porque carecen de esa «esencia vital» que aporta un +15 en natación y que sólo es otorgada a aquellos CRISTIANOS DE VERDAD cuyos padres supieron asumir con diligencia el arbitrario e imbécil sistema prueba y error impuesto por algún Dios con ganas de tocar los cojones.
Imagino que Gattaca estuvo en algún momento financiada por la Conferencia Episcopal, porque si no es que no se entiende semejante desvarío y a mi la idea de que Uma Thurman pueda ir al infierno porque a su padre no le salió de los cojones que naciera con las tetas pequeñas qué quieren que les diga, me parece un disparate.
No es Gattaca la única obra cobarde que recubre su discurso de un rollo pseduo científico con más o menos acierto a la que al levantarle la falda se le ven las enaguas del cura que predica en la sombra, ya que a fin de cuentas Anakin nació de una sagrada concepción miriclodiana, ET bajó a la tierra, murió, resucitó y finalmente ascendió a los cielos tras dejarnos como la coca cola «un mensaje de paz» y mejor no me meto a analizar la obra de Orson Scott Card y sus múltiples referencias religiosas en la saga de Ender porque si no no acabamos nunca.
Como bien escribió Carl Sagan en «Contact», tanto ciencia como religión buscan responder a las mismas eternas preguntas básicas.
Esto obviamente mirado a través de un prisma microscópico e individualizado es así ya que tanto el pastor teólogo de su parroquia como el científico del laboratorio buscan en mayor o menor medida posibles respuestas que ayuden a resolver estos grandes enigmas, pero permítanme que el cínico irredento que habita mi interior se descojone al pensar a mayor escala y al dar por obvio que las agrupaciones de los primeros sólo buscan el control del individuo a través de mecanismos de culpabilización y expiación y los segundos no buscan más que encontrar la medicina que, si tienes la cantidad de dinero adecuada, curará tu cáncer.
En definitiva no deja de ser divertido que tanto a pequeña como a gran escala ambos grupos terminan buscando lo mismo. De manera indivicual ambos quieren responder los grandes misterios de la vida mientras que como grupo ambos quieren que aflojes la pasta para así poder perpetuar su modelo de negocio.
Curiosamente esto enlaza con Gemini Rue; una aventura indie de ciencia ficción hecha por Joshua Nuernberger con 4 duros que incialmente iba a ser un solamente un proyecto de fín de carrera que gracias a Dios, por insistencia de unos amigos, terminó siendo un proyecto comercial.
Por un lado porque al ser un proyecto tan minimal, en el que el autor guioniza, crea los sonidos, diseña gráficos y programa; las intenciones de su discurso son mucho más loables que las que un proyecto similar hubiera tenido de haber caído en manos de una distribuidora internacional y por otro lado porque en ningún momento se le ven las enaguas tratando de pontificar acerca de nada. El autor sólo reformula las viejas preguntas de siempre y como mucho se atreve a dar posibles direcciones en las que apoyarse frente a unas preguntas que a fin de cuentas no tienen respuesta y de tenerlas tampoco creo que fuera lógico que fueran resueltas en un videojuego de 10 Euros.
En lo jugable Gemini Rue huele a Flashback, a Another World, a Beneath a Steal Sky y a Dreamweb. Esto quiere decir que a pesar de contar con cuatro píxeles mal puestos para representar su treintena de pantallas la ambientación resulta excepcional y que pese a estar lleno de buenas ideas por desgracia también sufre de algunos de los defectos que viene arrastrando el propio género de las aventuras gráficas («pixel finders», puzzles resolubles de un único modo…)
La historia pese a ser lineal, te permite alternar entre los dos protagonistas del juego, por lo que si te quedas atascado en una siempre puedes tratar de seguir adelante con la otra haciendo el atasco más llevadero, de todos modos gracias a que la lógica impera prácticamente en todo momento no es un juego en el que se quede uno atascado a menudo. En lo referente al trasfondo de lo que se cuenta me atrevería a decir que este señor se ha sacado de la manga (pese a sus evidentes referencias) una de las mejores historias que un servidor ha podido disfrutar en los últimos años en un videojuego. Así de contundente.
Además, aparte de lo que cuenta, está el «cómo» se cuenta. Para no destripar mucho diré que estos recursos no los había visto yo desde el single player de Tribes Vengance que Levine hizo justo antes de Bioshock y del que incomprensiblemente nadie se acuerda hoy en día pero que en mi opinión supuso un antes y un después en la forma de contar una historia.
La inclusión de unas pequeñas fases de «disparos» a priori no es una mala idea sobre el papel, lástima que la mecánica jugable resulte un verdadero horror y no supongan más que una mero trámite del que librarnos cuanto antes para poder continuar con la aventura que a medida que avanza nos va atrapando más y más llevándonos a un climax final en el que descubrimos una de esas «verdades» que nos dejarán con el culo bastante torcido.
Con todo, Gemini Rue es una aventura gráfica que pese a repetir algunos de los esquemas caducos del género, debe de ser jugada y disfrutada por lo que cuenta, por cómo lo cuenta y porque por ese precio, se me ocurren pocos entretenimientos de mayor calidad que este.